miércoles, 19 de mayo de 2010

Anónimos.

Cuando se vive en una ciudad de tamaño moderado, como es Valladolid, hay personas que llegan a formar una pequeña parte de tu vida, incluso sin saber su nombre, sus circunstancias o no habiéndoles dirigido ni una simple palabra.

Hace tiempo que echo en falta a mi lector, un anciano entrañable cuyo camino se cruzaba con el mío constantemente. Durante años lo vi pasear despacio, con las manos cruzadas tras la espalda, una postura que siempre me ha resultado tierna y familliar. Cojeaba levemente y caminaba erguido y despacio, nunca supe si por necesidad o porque se recreaba en el paseo. Llamó mi atención porque en una de sus manos siempre llevaba un libro. Yo caminaba tras él, lo suficientemente cerca para poder leer el título, y comprobaba que era un ávido lector, como yo, de los que no son especialmente selectivos y devoran casi cualquier libro que cae en sus manos.

Lo veía siempre en las cercanías del Campo Grande, e incluso alguna vez lo encontré sentado en uno de sus bancos, con su libro como única compañía. Nunca lo vi hablar con nadie. Me preguntaba si estaría casado, si tendría hijos. o nietos.. Me imaginaba, quizá por verlo siempre en soledad, que era viudo, que había perdido a la compañera de su vida, y que en el último tramo de existencia, se sentía, quizá, un tanto triste y solo, y que la lectura era lo que llenaba su tiempo, y me sentía muy identificada con él, porque no me cuesta imaginarme como una anciana que nunca perderá el hábito de la lectura.

Lo fui viendo envejecer. El ritmo de su paso disminuía y ya no caminaba tan erguido. De pronto, el otoño pasado, desapareció. Tardé meses en percibir su ausencia, porque el invierno ha sido tan frío y tan gris, que la idea de leer en la calle era prácticamente un riesgo para la salud, sobre todo de una persona mayor. Creí que con la llegada de la primavera abandonaría el calor de su hogar y retomaría su rutina, pero la realidad es que no ha llegado a suceder.

Muchas veces pensé que sería una bonita idea sentarme a su lado, hacerle algún comentario sobre el libro que leía, o simplemente decirle "Qué buen día hace...", pero, desafortunadamente, no lo hice. Ahora pienso que es muy probable que no vuelva a tener oportunidad de hacerlo, y lo lamento muchísimo, porque durante un largo tiempo se convirtió en un personaje que, aún sin nombre, era especial para mí, y seguramente a él le hubiera gustado saber que tan sólo el hecho de verlo me provocaba una pequeña alegría.

MAYA.



miércoles, 12 de mayo de 2010

Recuerdos.

Con el paso de los años, uno acumula una ingente cantidad de recuerdos a las espaldas. Cuando, como es mi caso, se tiene una memoria especialmente desarrollada, la capacidad de gestión de esos recuerdos es fundamental para ser capaz de disfrutarlos sin que la nostalgia te golpee.

Cada día, cuando me despierto, repaso mentalmete los cumpleaños del día. No me refiero a las personas con las que comparto mi momento actual, sino con las que he compartido todos los momentos de mi vida. Lo que a muchos les parece una gran ventaja, muchas veces se convierte en inconveniente. No puedo dejar de felicitar a nadie si no quiero provocar una reacción de desconfianza en mí, porque cualquier persona se tomaría esta ausencia como un toque de atención por algo.

Recuerdo títulos de películas, nombres de actores, nombres de los personajes que representaban dichos actores en dichas películas, diálogos, o incluso escenas completas... Soy una pequeña enciclopedia de datos en su mayor parte inservibles, excepto cuando alguien no tiene internet a mano.


Asocio las canciones a ciertos momentos del pasado, a vacaciones, a compañeros de viaje o incluso a lugares concretos. Tarragona es
Ideal World, de The Christians; León, La chica de Mel, de Los Flechazos; París, When I fall in love, de Rick Astley; Londres, Baby, I love your way, de Big Mountain; Munich, This Love, de Maroon 5. Ninguna de ellas son canciones de mi vida, pero no puedo evitar volar al pasado y revivir esos lugares cada vez que las escucho. Me hacen sonreir...

Sin embargo, los recuerdos que más impacto me causan, que a veces provocan que el corazón se me desboque, son los olfativos. Voy caminando por la calle o entro en algún lugar, y de pronto me asalta la imagen de alguien del pasado en forma de fragancia, e incluso cuando esas historias tuvieron su final hace años, mi apéndice nasal se separa de mi mente y tan sólo tengo que cerrar los ojos para que el recuerdo se convierta en algo casi tangible, y sentir que no ha pasado el tiempo...

Durante toda mi vida he buscado un aroma que me identifique, del mismo modo que mi memoria los asocia a determinadas personas, pero soy voluble y cambiante, y a lo largo de los años he ido acumulando tantos perfumes que me temo que se habrá de recurrir a otros recursos para recordarme.

MAYA.

lunes, 3 de mayo de 2010

Cinco.

No estoy muy segura de si en algún momento me llegará la llamada de la maternidad y, sin embargo, ya no concibo mi vida sin mis niños.

Hoy cumple cinco años mi sobrino mayor. Luis fue el primer bebé que tuve entre mis brazos, con apenas 24 horas. Pasé todo un puente de mayo esperándolo y tuvo a bien decidirse a nacer cuando yo ya había vuelto a casa. Recuerdo sus manos y sus pies, y la sensación de que era el bebé más bonito que había visto nunca.. Me recuerdo aterrorizada las primeras veces que su mami me sugería, sin lugar a réplica, que lo cambiara de pañal o de ropa.. Me obsesionaba verlo todo lo frecuentemente que me era posible, porque no quería que tuviera la oportunidad de olvidar mi cara.

Recuerdo la primera vez que me levanté a darle agua porque tenía tos. Recuerdo cuando se despertaba y sólo decía "Hola" hasta que alguien le hacía caso. En realidad, seguía diciendo "Hola" infinitamente, porque era prácticamente lo único que sabía decir... Recuerdo aquel baño en el mar con su madrina y conmigo, cuando nos costaba un auténtico triunfo convencerlo para bañarse. Recuerdo cuando salió corriendo en medio del discurso que estaba dando en la boda de su madrina, perfectamente sincronizado con lo que yo decía en aquel momento...

Cambié de nombre para que él lo pudiera pronunciar, y el nombre se ha quedado conmigo, supongo que para siempre. No sé hablar con los niños con ese tono infantil que utiliza la gente, ni cedo con facilidad a los chantajes emocionales. No soy de esas personas capaces de jugar durante horas con los niños porque su compañía les apasiona, y no soy especialmente cariñosa. Por todo ello me cuesta un poco más ganármelos, supongo. Les hablo como si fueran adultos en pequeñito y estoy lejos de ser su compañía favorita. Pero con Luis funcionó, y su cariño surgió de forma espontánea, y por ello he seguido comportándome así con mis siguientes niños.

Me encanta cuando me dice "¿Me convidas a uno, por favor?", cuando me elige para que le cuente un cuento, cuando corre hacia mí para saltar a mis brazos, o cuando mantiene conmigo una conversación divertidísima. Me prometió casarse conmigo "a los 8 o a los 20", pero ya se ha arrepentido. Ya no sé qué puedo hacer para competir con Paula B..

Mis niños son los más bonitos del mundo, y es un hecho objetivo. Mi vida es un poquito más plena gracias a ellos, a sus sonrisas y a que formo parte de su pequeño mundo, y cuando hablo de "mis sobrinos", y sé que ellos me consideran "su tía" se me alegra el alma, y siento que no sería posible quererlos más de lo que los quiero, ni siquiera si tuviéramos la misma sangre.


MAYA.