miércoles, 28 de diciembre de 2011

No hay más deseos.

"Deseos para el 2011:
-Que a toda la gente a la que quiero y que me quiere, le vaya genial.
-No mirar atrás el 31 de diciembre y volver a pensar "Que mierda de año".
-No perder a nadie que me importe (si sabes que me importas, por favor, sigue ahí).
Mis mejores deseos para todos y feliz noche, preámbulo de, lo que esperemos, sea un decentito... FELIZ 2011!!"

Definitivamente, debería empezar a desear cosas que sí sé que se van a cumplir con certeza: crisis económicas, catástrofes naturales... Está claro que, como adivina, no tengo precio, y, desde luego, la suerte me sigue siendo esquiva.


La red social que tanta importancia tiene en mi vida ha cambiado su interfaz, de forma que ahora es muy sencillo acceder a las publicaciones antiguas. El principio de este post es lo que compartí con mis agregados, que no siempre amigos, el 31 de diciembre del año pasado.


El primer deseo no se cumpliría nunca, aunque viviera mil años. Cuando se tiene la suerte, como yo la tengo, de tener un corazón habitado por tantísimas personas, esperar erradicar la desgracia de todos ellos es francamente complicado. Ha sido un año de pérdidas familiares para muchos de mis amigos, de miserias laborales en multitud de casos, de enfermedades varias y de grandes o pequeñas tragedias sentimentales, emocionales y personales. Me puede la empatía y no consigo no sufrir con la tristeza de los demás. Ojala hayáis sentido que he estado a la altura de las circunstancias si me habéis necesitado, porque soy absolutamente consciente de que quizá he estado mucho menos pendiente de vosotros de lo que es habitual en mí.


En cuanto a mi situación personal, y pasamos al segundo deseo, no siento que haya mejorado ni un ápice. En pocas palabras, nuevamente puedo mirar hacia atrás y pensar "Qué mierda de año". Sonrío al escribirlo, y es una sonrisa agridulce, la de quién se ha acostumbrado a que las cosas no vayan especialmente bien, y al mismo tiempo de quién sabe que, a pesar de ello, hay muchas cosas lindas a mi alrededor. De hecho, soy capaz de recordar muchos momentos de intensa alegría. Hubo risas, confidencias, magníficas e interminables conversaciones, emoción e ilusión, incluso aún en la convicción de que me he convertido en una persona mucho más fría de lo que me gustaría. A pesar de todo, siempre hay personas que, inevitablemente, consiguen sacarme una sonrisa en los momentos más insospechados. Gracias a todas ellas. No hace falta hacer mención a vuestros nombres, todos sabéis quienes sois. Gracias por cada risa, por cada gesto de cariño, por cada momento de compañía.


Y -qué afortunada- el tercer deseo sí se ha cumplido. ¡Seguís ahí! A veces me cuesta aceptar que no todos somos capaces de ofrecer lo mismo en las relaciones humanas y, me decepciono, me frustro y siento vacíos inmensos, sin darme cuenta de que la forma de sentir y de regalar nuestros sentimientos es tan personal, tan diferente unos de otros, que lo que puede parecer una pizquita para mí, quizá para la persona que me lo da es todo un mundo... A veces me cuesta respirar hondo y aceptar con agrado lo que se me da. A veces no me doy cuenta de la gran suerte que tengo. Debo seguir trabajando a ese respecto.


Gracias a este blog me siento muy cercana a muchos de vosotros. Este año también ha sido el del afianzamiento de nuestra amistad, de nuestros vínculos. Os agradezco vuestra paciencia y vuestro respeto, porque soy consciente de que no siempre es fácil entenderme y aceptar mi hermetistmo. Estas lineas son siempre una puertecita abierta hacia mí y mis pensamientos y, sin embargo, sigue siendo todo un reto para mí compartir mis pequeños problemas, mis inquietudes y mi día a día.


Y aquí llega 2012... Sin deseos esta vez, ¿vale? Vamos a ver cómo va, día a día, sin demasiadas expectativas, y comprobemos todos juntos si seguimos aquí dentro de un año o se cumple la profecía Maya. En ese caso, espero tener un lugar privilegiado en el Apocalipsis, considerando que el título de este blog les hace mucha publicidad a los susodichos. :-)


¡FELIZ 2012!


MAYA

sábado, 3 de diciembre de 2011

De boda.

Hace un poco más de cinco años hice público por primera vez algo que había escrito. Supongo que Maya siempre ha existido, porque la reconozco en aquellas líneas… Apenas tengo recuerdos del momento en sí, porque mi corazón era un cúmulo de sensaciones contradictorias. Se casaba mi amiga del alma y mi corazón estaba roto. No es sencillo hablar del amor justo en un momento en el que asesinarías a Cupido, pero afortunadamente, el discurso estaba escrito antes del drama en el que viví durante aquellos días.

Me apetecía mucho compartir aquellas letras con vosotros, y le he pedido permiso a sus dueños para que formen parte del blog. Falta mi voz, la emoción con que lo leí, y la emoción con la que fue recibido. Para los que estuvieron presentes, aquí está el recuerdo; para los que no, he aquí el nacimiento de Maya ante el mundo.

“Cuando Cris me pidió que escribiera unas palabras para el día de su boda, además de sentirme muy halagada, me pareció que aquella era una terrible responsabilidad. Se supone que éste es el día más feliz de su vida, y que mis palabras han de ser inolvidables, divertidas, emocionantes…

Se me ocurrían mil anécdotas que contar, cómo haceros reír recordando las millones de estupideces que hemos hecho juntas, pero no creo ser tan graciosa y, además, muchos de vosotros ya conocéis esas historias. Entonces pensé que no estáis aquí para escucharme; habéis venido por la misma razón que yo, porque queréis a Cris y a Roger, y queréis compartir este momento tan especial con ellos, y estas palabras que he de leer ante todos vosotros, son en realidad para Cris…

Así que, he decidido no contaros nada sobre ella, sobre nosotras. Tan sólo voy a hacer lo que acostumbraba hace muchos años: voy a escribirle una carta.

Querida Cris,

En estas mismas fechas, día arriba o abajo, nos conocimos hace 15 años. No siempre fuimos las mejores amigas, y la verdad es que no fue porque tú no lo intentaras…

Primero, durante los dos últimos años de instituto, y después, los que pasamos estudiando en la misma facultad, tú te empeñaste en conquistar mi amistad y, sinceramente, creo que no te lo puse demasiado fácil.

Y de pronto, uno de esos días en los que único está especialmente lúcido, me di cuenta de que durante aquellos años te habías convertido en la única persona, además de mi familia, con la que siempre podía contar. Mi amistad, el amor que siento por ti desde entonces, son tan sólo el resultado de la inversión de cariño y fidelidad que tú depositaste en mí desde el día que nos conocimos.

Y ahí empezó de verdad nuestra historia, hace un poco más de 9 años, bebiendo un café ruso en Los Tintes, y bailando en una verbena de barrio.

Durante estos años lo hemos vivido todo juntas: el fin de nuestros estudios, la búsqueda de trabajo, alegrías, tristezas, desengaños…

Nos regalamos nuestras familias. Es una bendición tener, además de los propios, otros padres, hermanos, cuñados, abuela, un primer sobrino…

Tú has sido la única constante en mi vida. Ni todos los kilómetros que nos han separado han logrado minar ni un poquito nuestra unión, sino tan sólo fortificar los lazos. Hace 7 años que no vivimos en la misma ciudad y no ha habido ni un solo día en que no te haya echado de menos…

Y la vida va dando vueltas, pasan los años, y de pronto me hablas de un tal Roger, un compañero de trabajo con el que has empezado a congeniar. Y me lo presentas un día dando un paseo por el Rastro…

Bastó veros juntos un par de veces para darme cuenta de que lo mirabas como nunca te había visto mirar a nadie, y no fue difícil descubrir qué el te miraba de la misma manera. Obviamente, Roger, no te conozco tanto como a Cris, pero tan sólo una persona que le ame profundamente diría de ella que es como una balsa de aceite…

Y aquí estamos, chicos, celebrando que os seguís mirando como si tan sólo existierais el uno para el otro.

Vuestra relación está basada, además de en el amor que presupone esa mirada, en un respeto y una tolerancia infinita del uno por el otro. Habéis creído en vosotros desde el principio y, el tiempo, y haber conseguido llegar a vivir este momento, os dan la razón. Todos los que estamos aquí, acompañándoos, también creemos en vosotros.

Por mi parte, yo os deseo toda la felicidad del mundo, la que estoy convencida que merecéis. De vosotros siempre he recibido lo mejor y espero no perderos nunca. Hace años, Cris, que tú y yo planeamos ir juntas al geriátrico. Si te portas bien, Roger, te dejaremos venir con nosotras.

Sed muy felices. Os quiero muchísimo.

La dedicatoria para los novios decía “Vosotros hacéis que siga creyendo en el AMOR”. Si lo tuviera que escribir hoy por hoy, quizá no diría exactamente lo mismo. Con el paso de los años uno se vuelve más escéptico en lo que respecta a ciertos temas, pero si hay algo que me hace mantener la esperanza de que los grandes amores existen, desde luego es estar rodeada de parejas que, como los destinatarios de este discurso, a pesar de las dificultades de la vida, de lo enormemente complicadas que somos las personas, de la cantidad de veces que uno está a punto de tirar la toalla, siguen destilando amor y fe mutua.

MAYA.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Tiempo perdido.

Tengo frío... Llevo días afectada por la fiebre, y paso del calor ardiente a la temblequera en cuestión de minutos. Ya son siete días aquí encerrada, una larga semana, sintiéndome frustrada y enfadada con la vida, como cada vez que me atacan estas enfermedades que me atan al sofá -bendito sofá, que vales cada euro que pagué por ti- porque ninguna de ellas es ni mínimamente grave, y sin embargo, me roban mi esencia, mi optimismo, mi alegría, y lo que es más importante, me arrebatan un tiempo que siento más perdido que nunca.

Teóricamente, pasar unos días tumbada debería ser una idea idílica... Lectura, películas pendientes, reorganizar el armario, cualquiera de esas actividades que un día normal te gustaría dedicarle horas, de pronto se han convertido en tareas tediosas que tan sólo incrementan el dolor de cabeza que ya venía de serie con la afección de turno (amigdalitis, en este caso) y te abandonas al desasosiego de la enfermedad y de la fiebre.

La fiebre me regala algo de lo que no disfruto nunca, horas de sueño interminables. Duermo de forma constante durante al menos un par de días. Entreabro los ojos, y vuelvo a sumergirme en un sueño que lejos de ser reparador, me provoca sueños inquietantes y tensión... Pero abro un poquito los ojos y los vuelvo a cerrar, porque la dichosa calentura me hace desear no despertar nunca.

Pienso mal, pienso feo, pienso triste, cuando me ata la fiebre. Pierdo toda la lucidez, me asaltan los recuerdos nostálgicos, odio todo lo aborrecible en mi vida, saco punta a cada pequeña miseria que me rodea, pierdo el coraje, el orgullo, la seguridad. Me siento débil, voluble, pequeña, desgraciada... No quiero llamadas, ni visitas, no quiero vida, no quiero nada. Y cierro de nuevo los ojos, porque prefiero dormir...

Y sin más, porque la amigdalitis no es lo que el destino marca como mi final, esa maligna fiebre se convierte en apenas unas décimas, y mi mente recupera la personal lucidez en la que suele moverse, y veo una ligera luz al final del túnel y siento que la voz vuelve a mí. Llega el momento de leer, de ver esas películas pendientes y de olvidar unos días en los que sentí que sin salud, no hay forma de ser positivo ante nada. Porque claro, considerando las fechas a las que nos acercamos, no hay nada más típico y más apropiado que decir aquello de “lo importante es la salud”…

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Aviones de papel.

En días como hoy, no hay muchas más opciones que ver el mundo oscuro y gris... Bendita lluvia, tan necesaria para la vida como molesta para nuestras rutinas y, muchas veces, un obstáculo para el optimismo. La falta de luz me condiciona, como supongo que le ocurre a muchas personas, y me repliego un tanto sobre mí misma esperando con ansia que el rey Sol regrese cuanto antes para regalarme algo de energía.

Hay otros días, sin embargo, en los que brillando un sol espléndido, uno se siente como uno de esos pequeños personajes animados, a los que persigue persistentemente una pequeña nube negra y lluviosa. Miras a tu alrededor, y sólamente ves sonrisas y rostros bañados por el sol, mientras que por el tuyo resbalan las gotas, ya no sabes bien si por los efectos de la lluvia o por tus propias lágrimas... La realidad no suele corresponder con ninguna de esas dos percepciones; ni eres la única persona salpicada por la lluvia de la tristeza, ni el resto del mundo sonríe mientras tú lloras.

Una de esas pequeñas nubes se instaló sobre mí el otro día. Cuando entreabrí el ojo derecho por la mañana ya estaba ahí, amenazante, junto a la lámpara de mi cuarto, tan intimidante que me costó aún más esfuerzo del habitual salir de la seguridad y el calor que siempre me ofrece mi cama. Intenté ignorarla, pero me acompañó durante toda la mañana y parte de la tarde. Cuando ya había asumido la situación y la humedad comenzaba a calarme el alma, una niña me preguntó,

- "?Sabes hacer aviones de papel?
-"Sí", aseguré sin sentir ninguna duda.
-"¿Me haces uno?, me pidió, mientras sus ojos se iluminaban.
-"Por supuesto..."

Y me lancé a hacer dobleces a aquel papel, dándome cuenta de que hacía al menos 20 años que no me daba por el arte de la papiroflexia, intentando no decepcionar a aquella niña que me miraba con ojos expectantes. Y me olvidé de la nube con manía persecutoria. Con cada pliegue, y la alegría de la peque observándome, la nube se alejaba un poquito más. Después de un avión, vino otro, y otro más. Recordé todos los tipos de aviones que alguien me había enseñado a hacer en algún momento de mi vida, y la niña hacía también los suyos, imitándome con cuidado. Llenamos la mesa de pequeños aviones, muchos de los cuales ni siquiera fuimos capaces de hacer volar. La nube se había ido. La ahuyentó la ilusión de una niña de 9 años por un avión de papel.

Qué hermoso sería recuperar la ilusión de la infancia, esos momentos en que las más absurdas concesiones y situaciones nos hacían tan felices que nada más en el mundo nos importaba. Cierto es que las preocupaciones van apareciendo al dejar atrás la niñez, pero es una lástima que al mismo tiempo perdamos la capacidad de abstraernos y relativizar los malos tiempos... Las nubes negras no van a desaparecer, ni hoy ni nunca, pero quizá podríamos ser capaces de fabricar a días, a ratos, pequeños aviones de papel con nuestra ilusión, y quizá, tal vez, si los lanzáramos contra ellas, conseguiríamos hacer algún agujerito por el que se filtraran los rayos de sol...

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Historias de amor.

El AMOR es el motor de mi vida, incluso y sobre todo, el amor a una vida por la que no siempre me siento correspondida. Lo que sí le he reconocerle a esta extraña vida mía es que me ha regalado unas historias de amor maravillosas

Es difícil darle el valor exacto a una historia de amor, si no es bajo el filtro del paso del tiempo. Necesitamos confirmar la intensidad de los sentimientos, y no suele servirnos un hoy, o un ayer, pese a que en muchas ocasiones hay grandes amores que se fraguan en apenas unos días, unas semanas, quizá. Cuando ese sentimiento se asienta, cuando no concebimos la vida sin el amor a esas personas, es cuando estamos seguros de que es AMOR de verdad.

Hoy, ayer, quizás mañana, no lo sé, hace, hizo o hará 20 años que encontré a uno de los grandes amores de mi vida. Siempre pensé que el amor de mi vida sería un príncipe azul, un caballero andante que me adorara, que me hiciera sentir la persona más especial del mundo, y que nuestra historia fuera digna de los más hermosos versos (y por supuesto, con un "y vivieron felices para siempre" como final del cuento)... Resulta que, sorprendentemente, el amor de mi vida es aquella chica a la que conocí en tercero de Bachillerato, con la que a priori no tenía nada más en común que la serie "V" y nuestra pasión por la lectura. Pero, ¿qué esperamos de nuestros grandes amores? Que nos acepten como somos, que nos respeten, que nos mimen, que nos aconsejen, que nos apoyen en nuestros aciertos y nuestros errores, que nos aporten alegría y luz, que sientan que lo que les aportamos nosotros es crucial en su vida; saber, sin lugar a ninguna duda, que sin ellos, nuestra existencia hubiera sido tan diferente, que ya no sería nuestra vida...

Pues ya no hay margen ni lugar al equívoco, querida Nube, y esto es mi regalo para ti en éste nuestro vigésimo aniversario juntas. Nadie más en mi vida, con excepción de mi familia, lleva 20 años queriéndome, y no es sólo que me quieras, sino que lo haces con un cariño absolutamente desinteresado y lleno de generosidad. La sangre no hubiera hecho que nuestros lazos fueran más fuertes, y sin embargo me hiciste madrina de tu pequeño, y ahora ya somos familia... No puedo decirte más que GRACIAS, gracias por quererme, por reír y llorar a mi lado y por poner el listón del AMOR tan alto en mi vida. Tú eres la culpable de que yo conciba el AMOR y la AMISTAD como lo hago, con la sinceridad por bandera, sin secretos, sin discusiones, un AMOR que sólo da y no me quita nada. Tú eres todo lo que yo busco en el resto de las personas de las que me rodeo, y he de decir que tengo la inmensa suerte de haber encontrado tus valores en otras muchas caras que viajan a mi lado en mi tren... Soy consciente de que muchas de esas personas se bajarán de ese vagón en algún momento, pero hace años que es más que evidente que tú y yo seguiremos allí.

¿Es el tiempo compartido algo fundamental para que un amor sea un GRAN AMOR? No ha de serlo, cuando, no hace más que unos días, recibí una postal de una persona a cuyo lado habré pasado, ¿cuánto?, ¿100 horas en total, quizá incluso exagerando?, y sin embargo recibí dicha postal como un regalo impagable, porque en sus letras, en su estrella de mar, veo tu enorme corazón, Ana, y agradezco al destino que uniera nuestras vidas hace ya al menos 10 u 11 años, y que tengamos ambas el mérito de, a pesar de lo extraño de nuestra relación, haber logrado crear un vínculo tan fuerte y tan hermoso. Te quiero mucho, AMIGA.

Muchos de los que leéis estas líneas sois grandes amores para mí, de una u otra forma, unos desde hace veinte años, otros desde hace un mes. En estos tiempos que corren, llenos de fracasos, frustraciones y desengaños, es un auténtico placer seguir creyendo, de todos modos, en el AMOR. Hay cambios en la configuración del blog, así que os regalo un enlace, especialmente para la niña del aniversario, y para quién más canciones me dedica...

Un gran amor que compartimos!!

MAYA.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Placeres gratuitos.

Aparece en el cielo y, de pronto, su hipnótica presencia, me transporta, me ciega, y pierdo toda capacidad que no sea observarla.

Cada verano, esa luna de agosto hace volar mi imaginación y mi memoria, hasta encontrarla como espectadora de fondo de muchas de mis vivencias. El verano es una época maravillosa para crear recuerdos, quizá por la magia del solsticio, quizá porque nos sentimos más libres, porque el sol incrementa nuestra energía y nuestro buen humor, quizá porque tenemos más horas para disfrutarnos y disfrutar de lo que nos rodea.

El verano es la época del año en la que más soy consciente de la cantidad de maravillas que existen a nuestro alrededor y que nos proporcionan momentos de felicidad, un tanto efímeros, quizá, pero que en el instante vivido dejan un regusto de ensoñación que, al menos durante unos instantes, alejan de mi mente las pequeñas tristes realidades del día a día...

Observar la luna es uno de esos lujos gratuitos que proporciona la naturaleza. Completamente concentrada, me pierdo en su brillo y en la fascinación por sus matices; la de agosto, con su tono anaranjado y el gran tamaño que supone su cercanía, me hace volar a mi adolescencia, a las noches de playa, cuando, de vacaciones, mis padres relajaban sus normas y me regalaban una libertad de la que no disfrutaba el resto del año. La luna llena es mi debilidad. Le pido deseos, como quién lanza una moneda a un pozo, disfrutando del goce de desear mucho más que de la posibilidad de que se cumplan tales deseos. Adoro el cuarto creciente, porque lo llevo impreso en mi piel y lo siento un poco más mío. Cualquier momento es bueno para detenerme, en medio de la calle, y durante unos segundos, desaparecer de la tierra y viajar a mi luna.

El cielo estrellado lejos de la ciudad es también mágico. El negro salpicado de brillantes es un escenario de cuento de hadas, de noches románticas, de confidencias, de primeros amores, de viajes de vuelta con la cabeza apoyada en la ventana de coche. El cielo estrellado es Villaseco, Villanueva, Adelán, Cascais... El cielo estrellado es ilusión de ver una estrella fugaz, y, nuevamente, pedir un deseo.

El verano es mar, playa y arena. Tomar el sol me da vida, me relaja, me tranquiliza, me da paz. El mar es fuerza, pasión y renovación. Me encanta sentir el frío en mi piel mientras me adentro, alejándome de la orilla; aún más, disfruto saliendo al sol y dejando que las gotas resbalen y desaparezcan por sí mismas o pasear por la arena dejando que me salpiquen las olas.

Tengo recuerdos de atardeceres hermosos en muchos y diferentes lugares. El color brillante del sol, el tono rosado del cielo, la luz desapareciendo lentamente en el horizonte, es un espectáculo digno de vivirse tantas veces como se pueda. Hoy por hoy, mis puestas de sol son el Cabo de San Vicente y Urueña.

En estos meses con tantas horas de luz, parece como si no fuera necesario dormir. Los días se alargan en conversaciones interminables y piensas, "ya dormiré en invierno...". Una terraza con amigos, un café que se alarga hasta convertirse en copa, una sesión de chat sorprendente y llena de complicidad, risas, música y cine, una visita de un amiga a tu casa que hace que pierdas la noción del tiempo, la sensación de que la calle se vive de noche en estos meses...

5 de septiembre, y un nuevo verano llega a su fin. Ha sido un fantástico verano, una mina de recuerdos para el futuro, un respiro en la rutina, cientos de fotos que revisar, de lugares visitados, de momentos compartidos, de gente inolvidable. Gracias a todos los que de una u otra manera lo habéis compartido conmigo, porque sabéis que siempre permaneceréis en mi memoria.

Lamento la tardanza de mi vuelta. Gracias por esperarme.

MAYA.


lunes, 18 de abril de 2011

Aniversario.

Hace un par de días hizo un año del momento en que empezó esta humilde aventura literaria. El recuerdo de aquella tarde es nítido, y como todo en mi vida, dual. Los gemelos de mi signo zodiacal siempre están conmigo...

Por una parte sentía un enorme deseo de escribir, de compartir por primera vez en mi vida mi inquietud literaria con alguien que no fuera yo misma; por otra, no podía evitar un miedo atroz, no tanto a la crítica ajena, sino a la no comprensión de mis intenciones. El primer contacto con el "público" estuvo a punto de dar al traste con mi pequeña ilusión. Me topé con un intransigente amigo que sólo veía tras mis palabras una tristeza infinita, y que durante dos horas de enfado terrible se dedicó a intentar, desde el cariño que soy consciente me profesa, animarme y sacarme de aquella honda desesperación en la que interpretó que me encontraba. Yo sólo esperaba de él una pequeña opinión en cuanto a mi forma de escribir o al interés que pudiera suscitar mi texto, y lo único que encontré fue la sensación de incomprensión que temía.

A punto de rendirme, hice dos nuevos intentos de acercamiento a otros lectores, y en este caso sí conseguí lo que quería, un apoyo a la idea y un aliento al esfuerzo que podría suponer - he ahí los dos primeros comentarios en este blog.

Y así ha pasado este año, queridos lectores. Cuando miro hacia atrás no tengo la sensación de que esto fuera exactamente lo que yo pretendía. Al final, estas líneas que escribo se han acabado convirtiendo en una ventana abierta a mi alma. Lo creáis o no, esto es lo que más dificulta la fluidez de las letras y el hecho de que pase varias semanas sin ser capaz de sentarme frente a esta pantalla, que es testigo de mis sonrisas, de mis lágrimas y de mis sensaciones más profundas, y cuando me preguntáis por qué hace tanto que no escribo, espero que entendáis que no siempre es sencillo encontrar la inspiración, porque todo cuanto escribo nace en mi corazón, y, lamentablemente, mi corazón es voluble y se bloquea muchas más veces de las que a mí me gustaría.

¿Qué ha sido este año para mí? En cuanto a este pequeño reto personal, un auténtico triunfo. El número de personas que estáis al otro lado del ordenador esperando mis nuevos posts es mucho más alto de lo que imaginaba en un principio, puesto que la mayor parte de vosotros no estáis registrados como seguidores. Leo todos y cada uno de vuestros comentarios con muchísimo cariño y agradecimiento, y de la misma manera recibo los que me hacéis en persona, porque preferís no escribir.

Tras todas esas líneas que no escribo yo, estáis vosotros, los que al final hacéis que este blog esté vivo. Algunos lleváis conmigo media vida, pero otros ni siquiera existíais para mí cuando esta historia comenzó. Supongo que buena parte de la responsabilidad de que me conozcáis de una forma bastante cercana la tiene este blog, aunque curiosamente, me temo que al mismo tiempo me ha convertido en una persona mucho más cerrada en las distancias cortas.

El hecho de no escribir sólo para mí hace que, en muchos casos, me autocensure. Hay cosas que no puedo compartir, porque por mucho que os permita la entrada a mi alma, la ventanita no deja que llegue luz a las esquinas. En la oscuridad de esos rincones, no todo es oscuro, también ahí guardo momentos lindos y llenos de ilusión, y mi hermetismo forma parte de una realidad que he decidido vivir de esta forma. Esta realidad se basa en una sucesión de ensayos y errores consecutivos y, simplemente, intento probar actitudes diferentes para conseguir propósitos, habitualmente relacionados con mi estabilidad. Si funcionan o no, lo voy sabiendo con el tiempo. De momento, voy bien así, en mi mutismo, y nunca es mi intención preocupar a nadie. Si me conocéis bien, tampoco es tan complicado leer en mí..

Y sin embargo, aún en días no demasiado alegres, como estos, valoro positivamente este último año que he compartido con vosotros. Ha habido momentos inolvidablemente hermosos, muchos llenos de risas, otros, como dije antes, un tanto herméticos, pero que me hacen sentir coherente con mis decisiones, pero todos y cada uno de ellos, valiosos como han de serlo los momentos de una vida, una vida surrealista la mía, a decir de muchos de vosotros, MI VIDA, sin duda alguna.

Y sigo en la estación, aquella en la que me encontraba hace un año, y al final siento que tendré que saltar a un tren en marcha, con el consiguiente riesgo de caída brutal. Mi lugar en el mundo sigue siendo confuso e indeterminado. Mi madurez no siempre resiste los embates de irracionalidad que me asaltan sin poder esquivarlos. Las sombras de mis dudas y mis fracasos a veces pesan demasiado. El optimismo es un amigo ligero que a veces se me acerca y otras, me huye. Lleva días esquivo... Tengo mucha compañía en esa estación; algunos, estáis en la misma búsqueda en la que me hallo; otros, bajáis de vez en cuando de vuestros trenes para hacerme una visita y regalarme vuestro cariño.


Quiero daros las gracias a todos y cada uno de vosotros: Nube, Polizón, Mon, Marta (la número fan), Lorena, Laura, Yo, Iñigo, Ángelus, Javi, Nur, Cher, Ana, Junior, Tony, Sonia y a todos lo que no publicáis con vuestro nombre, pero a los que suelo identificar. Gracias a los que me seguís y no os apetece comentar nada por escrito, y gracias a los que me leéis desde un anonimato total. Ojalá podamos seguir celebrando cumpleaños todos juntos.

MAYA.

jueves, 24 de febrero de 2011

Piropeando...

En cierta ocasión le dije a una persona "Abrazarte es como meterme en una cama de sábanas limpias..." Yo pretendía que fuera un cumplido inolvidable, pero la persona en cuestión me miró con cara de extrañeza. Para mí, la sensación de meterme en una cama con las sábanas recién mudadas es increíblemente agradable, una de esas pequeñas cosas de la vida que produce placer. Abrazar a aquel chico me recordaba esa sensación, el frescor de la limpieza, la paz de acabar el día y descansar en un lugar seguro.

No es nada fácil elegir las palabras para halagar a alguien, sobre todo cuando se pretende hacer de corazón. Es fácil hacer un cumplido vacío, pero cuando se quiere llenar de contenido, la cosa se complica. Al final, casi siempre en mi vida, me he escondido detrás de las letras para dejar hablar a mi alma y todas las personas a quienes he querido de verdad han recibido su dosis de "Maya en estado puro" a través de una carta, un email o incluso un sms, reconvertidos en declaración de amor, de intenciones, de rencor, de educación...

Tampoco me resulta especialmente sencillo recibir yo los cumplidos. Siempre tengo la impresión de no dar las gracias de forma adecuada, de poner una media sonrisa avergonzada... Cuando son por escrito son más llevaderos, porque te sonrojas en privado y quizá te da tiempo a meditar una respuesta.

Hay personas maravillosas a mi alrededor que piropean indiscriminadamente, y siempre encuentran algo hermoso que decir a otras personas. Está, por ejemplo, mi amiga Mon, que una vez me dijo "Qué guapa estás", cuando llegué a su casa vestida con un chándal, o aquella vez que me comentó "Estás guapa aún en pijama y habiendo acabado de vomitar" (en un contexto real); o mi amigo Polizón, que igual me manda a Operación Triunfo, que a Miss España, pasando por publicarme un best seller.

Recuerdo otros cumplidos, por lo extraño. Aquel chico que me dijo "Tú no eres rara, eres especial"; o aquel otro, "Como eres inteligente, te gusta que te llamen guapa"; o incluso aquel que le habla de mi maravillosa antigua melena a todo el mundo... Aquella alumna de 8 años que me dijo "Te pareces a la de Yo soy Bea" (cara de estupor por mi parte) "No, a la mala!!" (carcajada), o ese de 9 que, hablando de su profesora del colegio me dijo "Otro vano intento por llegar a parecerse a ti..." (más carcajadas), o el de 15, "Si hubieras escrito esto hace 100 años saldrías en los libros de literatura" (emoción...)

Me encantan los cumplidos entre amigas, esos que se hacen desde el orgullo y la falta de envidia, cuando le dices a otra mujer "Qué guapa estás", "Qué bien te sienta ese vestido". Una amiga, una de verdad, es mejor que un espejo...

Personalmente, yo creo que lo más bonito que le puedo decir a nadie es TE QUIERO. A veces pienso que los que hacemos un uso excesivo de esas palabras desvirtuamos un poco su significado, y que seguramente haya personas que las reservan para sentimientos tan profundos, que nunca están del todo seguros de si son lo suficientemente intensos como para pronunciarlas.

En mi caso, y en el de muchos de vosotros, nos decimos TE QUIERO porque los cumplidos nos resultan insuficientes para lo que queremos expresar. La capacidad de mostrar lo que sentimos nos hace vulnerables, mostramos nuestras cartas, pero también nos hace fuertes, seguros de nosotros mismos y de nuestra forma de vivir ese cariño. No nos avergüenza sentir, y lo que es más importante, no nos avergüenza que los demás sepan lo que sentimos.

¿Qué os puedo decir? Que sois unos lectores maravillosos, que me halagáis con vuestro apoyo y comentarios, y que, de una u otra forma, OS QUIERO.

MAYA.

viernes, 18 de febrero de 2011

Añoranza.

Las vida es algo extraño, nos mima y nos golpea a partes iguales, aunque a veces nos sentimos tan desbordados por los golpes que nos cuesta recordar que, en ciertas ocasiones, nos ha tratado maravillosamente.

Lo mismo sucede con las personas, y, puesto que algunas son dueñas de nuestros sentimientos y residen en nuestro corazón, esos que más nos quieren, son los que tienen poder para golpearnos y hacernos sufrir, y las heridas que nos provocan a veces son tan dolorosamente intensas que hacen que la felicidad que nos hicieron sentir en otros momentos se desvanezca hasta el punto de parecer que no han existido nunca. Y, dejamos marchar a esas personas, y ellos nos dejan marchar, y superamos su ausencia, seguimos avanzando sin ellos y de pronto, un día, una cara conocida en el autobús, una asociación de ideas, y un montón de recuerdos nos abruman.

Esos recuerdos llevan a otros, y mi mente vuela al pasado más reciente y al más lejano de mi vida, esa vida en la que existían personas que, por diferentes motivos, ya no forman parte de ella y pienso... ¿cuánto tiempo hace falta para dejar de echar de menos a alguien?

Por nuestra vida pasan muchas personas, pero sólo algunas de ellas dejan una impronta auténtica, imborrable, capaz de despertar en nosotros una sonrisa con su simple recuerdo, y de pronto, de la forma más sorprendente, te encuentras echando de menos a alguien a cuya ausencia ya te habías acostumbrado. Y te asombra, sobre todo, cuando a tu alrededor se mueve tanta gente maravillosa que crees que ya no hay espacio para nadie más en tu corazón, y sin embargo, te das cuenta de que ese pedacito de tu alma que perteneció a esa persona, aún es suyo.

El amor que repartimos es como un gran tejido elástico. Cede y se retrae a nuestro antojo y cuanto más amor regalamos, más queremos regalar, sobre todo si ese sentimiento es correspondido, y en nuestro corazón hay cabida para una gran cantidad de personas, del mismo modo que los que se empeñan en no amar, o lo hacen de una forma muy controlada, marchitan su capacidad para hacerlo y su gran tela elástica pierde su elasticidad.

Echar de menos a alguien que ya no comparte nuestro tiempo no es más que otra forma de amar, una forma un poco más dolorosa y nostálgica, sobre todo cuando rememoramos a personas que se fueron para siempre, pero al mismo tiempo con un matiz de generosidad, puesto que llegados a cierto punto de no retorno, ya no esperamos nada a cambio. Cuando añoramos a alguien que abandonó nuestra vida tiempo atrás, como me sucedió el otro día, el recuerdo y la consciencia de esa añoranza es agridulce, y provoca una cierta inquietud, e incluso un deseo de volver a acercarnos a esas personas. El paso de los días convierte esa inquietud en melancolía y un poco más tarde el recuerdo vuelve a ser tenue y casi imperceptible...

Y pasarán meses, quizá, sin que volvamos a pensar en esa persona, y sin más, algo la traerá volando a nuestro recuerdo y pensaremos, quizá, ¿cuánto tiempo se puede echar a alguien de menos? ¿Es posible echar de menos toda la vida? ¿Lo es...? Lo es...

MAYA.

(para Lore, que tiene un corazón tan grande, que no es una tela elástica, sino una carpa de circo, y que tiene la capacidad de amar sin condiciones y sin esperar nunca nada a cambio. Recuerda, echar de menos sigue siendo amar...)

martes, 25 de enero de 2011

Ángeles de la guarda.

En ciertas ocasiones, la vida nos pone en tesituras complicadas, en las que, una rápida decisión y un pequeño o gran esfuerzo, pueden marcar una gran diferencia en la vida de alguien.

Hace unos días fui yo quién hubo de reaccionar sin tiempo para pensar, y tuve la gran suerte de conseguir un final feliz para un anciano extraviado, suerte que, desgraciadamente, no tuvo mi abuelo, que vivió una circunstancia similar sin final feliz. Cuando le conté mi inquietud por estos recuerdos a una amiga, me dijo que era una lástima que mi abuelo no hubiera tenido a mano un ángel de la guarda... Y la realidad es que, probablemente, todos nosotros, a veces de forma intencionada y otras sin pretenderlo, hemos actuado quizá como guardianes y protectores de otro, o quizá hemos recibido una ayuda desinteresada que en un momento concreto fue fundamental para nosotros.

Hace muchos años, cuando era joven e ingenua, cuando estaba convencida de que aquel gran primer amor sería el único, el eterno, el definitivo, de pronto, una noche, una gran discusión, de la que, obviamente no recuerdo los motivos, y aquellas palabras, que para mí fueron una sentencia de muerte "Quiero que lo dejemos...".

Sumida en la desesperación de quién no quiere creer, de quién piensa que no hay nadie más desgraciado en el mundo que uno mismo, me senté en un bordillo llorando desconsolada, esperando a que el culpable de mi desgracia volviera arrepentido a pedirme perdón y jurarme amor eterno, y ese tipo de cosas típicas de las películas románticas de Hollywood, pero en su lugar, sucedió algo completamente diferente...

Mientras intentaba controlar la respiración con la cabeza entre las piernas, escuché la conversación de unos chicos que pasaban a mi lado: "Tío, ¿qué le pasará? Me está dando un mal rollo...", "Anda, anda, deja y vamos..". Y esa primera voz, se sentó junto a mí, me dijo "No te asustes", pasó su brazo por mis hombros, y esperó pacientemente a que yo dejara de llorar. Hasta ese momento yo ni siquiera le dirigí una mirada, me limité a sentirme reconfortada por su compañía y su silencio. Cuando por fin lo hice, encontré a mi lado a un extraño personaje, alternativo, descuidado y con ojos de buena persona tras unas pequeñas gafas. Me ayudó a ponerme en pie, me preguntó dónde vivía, se lo dije sin dudar, y se ofreció a acompañarme...

Curiosamente, el tiempo y las experiencias harían pensar que fue una tremenda estupidez, en mi estado y con un desconocido, caminando hacia mi casa. Sus amigos, que habían estado esperando, caminaban detrás de nosotros, gastando bromas y haciendo comentarios no muy afortunados, pero mi ángel me decía "Tú tranquila, no les escuches...". Le conté aquella gran tragedia mía, que ahora al recordar no me provoca más que la sonrisa, y él a cambio, me contó la tragedia de su vida, que era un drogadicto en proceso de desintoxicación, que le estaba costando mucho, pero que estaba seguro de que saldría adelante... Me sentí ridícula, estúpida y avergonzada. Cuando llegamos a mi portal, él se quitó un collar de semillas que llevaba al cuello y me dijo "Es un talismán que me regaló mi apoyo en la rehabilitación para que me ayudara a encontrar mi paz interior. Creo que ahora te hace más falta a ti...", y se marchó... Dormí con aquel collar bajo la almohada mucho tiempo, y aún lo tengo guardado en un joyero.

Aquella discusión con mi chico, fue, simplemente, la primera de tantas. Con el paso de los años, el recuerdo que ha seguido conmigo es aquel ángel de la guarda, una noche de sábado, a altas horas de la noche. Se llamaba Fernando, y tan sólo lo vi una vez más desde un autobús. Probablemente él ni siquiera recuerde aquella anécdota, y sin embargo yo lo siento como uno de los momentos más bonitos de mi vida, un ratito en el que alguien, de forma completamente generosa, me regaló su tiempo y su energía, a cambio de nada... Me hubiera encantado tener la oportunidad de darle las gracias por todo aquello, pero nuestros caminos nunca más se cruzaron.

A pesar de haber sufrido grandes decepciones con personas más o menos cercanas, no he perdido la fe en los seres humanos. Me gusta pensar que, llegado el momento y la circunstancia oportuna, todos podemos convertirnos en el Ángel de la Guarda de alguien, y ofrecerle lo mejor que haya dentro de nosotros. Las buenas acciones nunca sobran, y ayudar, de cualquier modo, es una de las cosas más gratificantes de la vida. Ojalá aquella buena acción le reportara a Fernando una satisfacción personal. Ojalá la vida le haya dado grandes recompensas por enjuagar aquella noche, las lágrimas de una niña tonta...

Cómo asumo que no tendré la suerte de volver a encontrarlo nunca, esta pequeña historia se la quiero dedicar a otro ángel en mi vida, una persona que me mantuvo atada a la realidad cuando mi realidad se hizo pedazos hace un poco más de un año, alguien a quién no conozco en persona y que, sin embargo, no sé si acaba de ser consciente de la importancia que tuvo en su día su compañía durante aquel aislamiento voluntario al que me sometí... JAVI, esto es para ti, porque te dije que haríamos algo para celebrar nuestro "aniversario", y éste es mi regalo. Gracias, muchísimas gracias por ser un amigo, por formar parte de mi vida y demostrarle a la gente que cree que las redes sociales son una estupidez, que se equivocan y que la gente como tú, merece la pena, la encuentres donde la encuentres.

MAYA.


viernes, 7 de enero de 2011

2011.

Cada año, con la llegada de las fiestas navideñas, de los últimos días de Diciembre, la mayor parte de nosotros no podemos evitar hacer múltiples reflexiones sobre lo que nos deparó el año que nos deja y lo que nos espera en el recién estrenado. Hacemos balance, rememoramos algunos buenos momentos, pero especialmente los que nos han provocado sufrimiento, y conjuramos, deseamos, rezamos que al año siguiente todo vaya mejor.

Resulta ridículo pensar que el cambio de dígito vaya a marcar alguna diferencia en nuestras vidas, como si el nuevo número tuviera un alma mágica con el suficiente poder como para transformar nuestras pequeñas o grandes desgracias en suerte y felicidad eternas, como si el hecho de pasar de 31 de Diciembre a 1 de Enero fuese a marcar una diferencia en nuestros destinos, o como si pudiéramos dejar atrás las heridas en nuestros corazones y empezar de nuevo una y otra vez.

Necesitamos creer, todos necesitamos creer. Creer que el año anterior fue tan sólo una piedra en nuestro camino, que la vida y el destino nos tienen destinados momentos memorables que aún han de llegar, que no nos merecemos las desgracias que nos han sucedido y que el año que estrenamos nos va a devolver a nuestro lugar real, el que realmente nos pertenece y el que nos hará inmensamente felices.

La ilusión de que lo mejor está por llegar nos regala una esperanza en la que apoyarnos, un respiro en nuestro día a día, a veces no demasiado afortunado y un deseo de certeza en una mejoría vital que seguramente todos, de una u otra forma, merecemos.

¿Mi balance de 2010? Ha sido un año difícil, como todos los últimos. La Vida se me ha puesto peleona, y me reta casi a diario. Intento estar alerta, pero hay días que me ataca por sorpresa y me golpea, me lanza contra la pared y acabo medio inconsciente en el suelo. Pero me levanto, siempre me levanto, y me siento orgullosa de decir que en el cómputo global de días, yo llevo muchas más victorias en los combates que Ella.

2010 siempre será el año en que comencé este blog y en el que recuperé la ilusión por escribir. Ha sido el año de las grandes amistades; algunas, las de siempre, reafirmadas, reforzadas por los acontecimientos, profundizando sus raíces hasta lugares inimaginables de confianza y seguridad; otras, las recién llegadas, recibidas con inquietud, porque una ya está cansada de sufrir y resulta cada vez más difícil abrir mi corazón a los que van llegando. Y, sin embargo, el maltrecho corazón vuelve a abrirse una y otra vez a los estímulos externos, porque SENTIR es la única forma que conozco de VIVIR, y los recién llegados, de una extraña manera, se convierten también en imprescindibles.

No espero grandes cambios en 2011. Me he cansado un tanto de desear y esperar cosas que no llegan. En su lugar, quiero que mejore lo que es mejorable, espero tener la fuerza necesaria para ser yo quién lleve a cabo los cambios que mitiguen los malos momentos que surjan en mi día a día, y, sobre todo, deseo seguir contando con todos vosotros, simplemente porque os quiero y me hacéis falta, porque lo que más anhelo es que, cuando haga el balance del 2011, todos y cada uno de vosotros sigáis ahí.

MAYA