martes, 25 de enero de 2011

Ángeles de la guarda.

En ciertas ocasiones, la vida nos pone en tesituras complicadas, en las que, una rápida decisión y un pequeño o gran esfuerzo, pueden marcar una gran diferencia en la vida de alguien.

Hace unos días fui yo quién hubo de reaccionar sin tiempo para pensar, y tuve la gran suerte de conseguir un final feliz para un anciano extraviado, suerte que, desgraciadamente, no tuvo mi abuelo, que vivió una circunstancia similar sin final feliz. Cuando le conté mi inquietud por estos recuerdos a una amiga, me dijo que era una lástima que mi abuelo no hubiera tenido a mano un ángel de la guarda... Y la realidad es que, probablemente, todos nosotros, a veces de forma intencionada y otras sin pretenderlo, hemos actuado quizá como guardianes y protectores de otro, o quizá hemos recibido una ayuda desinteresada que en un momento concreto fue fundamental para nosotros.

Hace muchos años, cuando era joven e ingenua, cuando estaba convencida de que aquel gran primer amor sería el único, el eterno, el definitivo, de pronto, una noche, una gran discusión, de la que, obviamente no recuerdo los motivos, y aquellas palabras, que para mí fueron una sentencia de muerte "Quiero que lo dejemos...".

Sumida en la desesperación de quién no quiere creer, de quién piensa que no hay nadie más desgraciado en el mundo que uno mismo, me senté en un bordillo llorando desconsolada, esperando a que el culpable de mi desgracia volviera arrepentido a pedirme perdón y jurarme amor eterno, y ese tipo de cosas típicas de las películas románticas de Hollywood, pero en su lugar, sucedió algo completamente diferente...

Mientras intentaba controlar la respiración con la cabeza entre las piernas, escuché la conversación de unos chicos que pasaban a mi lado: "Tío, ¿qué le pasará? Me está dando un mal rollo...", "Anda, anda, deja y vamos..". Y esa primera voz, se sentó junto a mí, me dijo "No te asustes", pasó su brazo por mis hombros, y esperó pacientemente a que yo dejara de llorar. Hasta ese momento yo ni siquiera le dirigí una mirada, me limité a sentirme reconfortada por su compañía y su silencio. Cuando por fin lo hice, encontré a mi lado a un extraño personaje, alternativo, descuidado y con ojos de buena persona tras unas pequeñas gafas. Me ayudó a ponerme en pie, me preguntó dónde vivía, se lo dije sin dudar, y se ofreció a acompañarme...

Curiosamente, el tiempo y las experiencias harían pensar que fue una tremenda estupidez, en mi estado y con un desconocido, caminando hacia mi casa. Sus amigos, que habían estado esperando, caminaban detrás de nosotros, gastando bromas y haciendo comentarios no muy afortunados, pero mi ángel me decía "Tú tranquila, no les escuches...". Le conté aquella gran tragedia mía, que ahora al recordar no me provoca más que la sonrisa, y él a cambio, me contó la tragedia de su vida, que era un drogadicto en proceso de desintoxicación, que le estaba costando mucho, pero que estaba seguro de que saldría adelante... Me sentí ridícula, estúpida y avergonzada. Cuando llegamos a mi portal, él se quitó un collar de semillas que llevaba al cuello y me dijo "Es un talismán que me regaló mi apoyo en la rehabilitación para que me ayudara a encontrar mi paz interior. Creo que ahora te hace más falta a ti...", y se marchó... Dormí con aquel collar bajo la almohada mucho tiempo, y aún lo tengo guardado en un joyero.

Aquella discusión con mi chico, fue, simplemente, la primera de tantas. Con el paso de los años, el recuerdo que ha seguido conmigo es aquel ángel de la guarda, una noche de sábado, a altas horas de la noche. Se llamaba Fernando, y tan sólo lo vi una vez más desde un autobús. Probablemente él ni siquiera recuerde aquella anécdota, y sin embargo yo lo siento como uno de los momentos más bonitos de mi vida, un ratito en el que alguien, de forma completamente generosa, me regaló su tiempo y su energía, a cambio de nada... Me hubiera encantado tener la oportunidad de darle las gracias por todo aquello, pero nuestros caminos nunca más se cruzaron.

A pesar de haber sufrido grandes decepciones con personas más o menos cercanas, no he perdido la fe en los seres humanos. Me gusta pensar que, llegado el momento y la circunstancia oportuna, todos podemos convertirnos en el Ángel de la Guarda de alguien, y ofrecerle lo mejor que haya dentro de nosotros. Las buenas acciones nunca sobran, y ayudar, de cualquier modo, es una de las cosas más gratificantes de la vida. Ojalá aquella buena acción le reportara a Fernando una satisfacción personal. Ojalá la vida le haya dado grandes recompensas por enjuagar aquella noche, las lágrimas de una niña tonta...

Cómo asumo que no tendré la suerte de volver a encontrarlo nunca, esta pequeña historia se la quiero dedicar a otro ángel en mi vida, una persona que me mantuvo atada a la realidad cuando mi realidad se hizo pedazos hace un poco más de un año, alguien a quién no conozco en persona y que, sin embargo, no sé si acaba de ser consciente de la importancia que tuvo en su día su compañía durante aquel aislamiento voluntario al que me sometí... JAVI, esto es para ti, porque te dije que haríamos algo para celebrar nuestro "aniversario", y éste es mi regalo. Gracias, muchísimas gracias por ser un amigo, por formar parte de mi vida y demostrarle a la gente que cree que las redes sociales son una estupidez, que se equivocan y que la gente como tú, merece la pena, la encuentres donde la encuentres.

MAYA.


viernes, 7 de enero de 2011

2011.

Cada año, con la llegada de las fiestas navideñas, de los últimos días de Diciembre, la mayor parte de nosotros no podemos evitar hacer múltiples reflexiones sobre lo que nos deparó el año que nos deja y lo que nos espera en el recién estrenado. Hacemos balance, rememoramos algunos buenos momentos, pero especialmente los que nos han provocado sufrimiento, y conjuramos, deseamos, rezamos que al año siguiente todo vaya mejor.

Resulta ridículo pensar que el cambio de dígito vaya a marcar alguna diferencia en nuestras vidas, como si el nuevo número tuviera un alma mágica con el suficiente poder como para transformar nuestras pequeñas o grandes desgracias en suerte y felicidad eternas, como si el hecho de pasar de 31 de Diciembre a 1 de Enero fuese a marcar una diferencia en nuestros destinos, o como si pudiéramos dejar atrás las heridas en nuestros corazones y empezar de nuevo una y otra vez.

Necesitamos creer, todos necesitamos creer. Creer que el año anterior fue tan sólo una piedra en nuestro camino, que la vida y el destino nos tienen destinados momentos memorables que aún han de llegar, que no nos merecemos las desgracias que nos han sucedido y que el año que estrenamos nos va a devolver a nuestro lugar real, el que realmente nos pertenece y el que nos hará inmensamente felices.

La ilusión de que lo mejor está por llegar nos regala una esperanza en la que apoyarnos, un respiro en nuestro día a día, a veces no demasiado afortunado y un deseo de certeza en una mejoría vital que seguramente todos, de una u otra forma, merecemos.

¿Mi balance de 2010? Ha sido un año difícil, como todos los últimos. La Vida se me ha puesto peleona, y me reta casi a diario. Intento estar alerta, pero hay días que me ataca por sorpresa y me golpea, me lanza contra la pared y acabo medio inconsciente en el suelo. Pero me levanto, siempre me levanto, y me siento orgullosa de decir que en el cómputo global de días, yo llevo muchas más victorias en los combates que Ella.

2010 siempre será el año en que comencé este blog y en el que recuperé la ilusión por escribir. Ha sido el año de las grandes amistades; algunas, las de siempre, reafirmadas, reforzadas por los acontecimientos, profundizando sus raíces hasta lugares inimaginables de confianza y seguridad; otras, las recién llegadas, recibidas con inquietud, porque una ya está cansada de sufrir y resulta cada vez más difícil abrir mi corazón a los que van llegando. Y, sin embargo, el maltrecho corazón vuelve a abrirse una y otra vez a los estímulos externos, porque SENTIR es la única forma que conozco de VIVIR, y los recién llegados, de una extraña manera, se convierten también en imprescindibles.

No espero grandes cambios en 2011. Me he cansado un tanto de desear y esperar cosas que no llegan. En su lugar, quiero que mejore lo que es mejorable, espero tener la fuerza necesaria para ser yo quién lleve a cabo los cambios que mitiguen los malos momentos que surjan en mi día a día, y, sobre todo, deseo seguir contando con todos vosotros, simplemente porque os quiero y me hacéis falta, porque lo que más anhelo es que, cuando haga el balance del 2011, todos y cada uno de vosotros sigáis ahí.

MAYA