jueves, 24 de febrero de 2011

Piropeando...

En cierta ocasión le dije a una persona "Abrazarte es como meterme en una cama de sábanas limpias..." Yo pretendía que fuera un cumplido inolvidable, pero la persona en cuestión me miró con cara de extrañeza. Para mí, la sensación de meterme en una cama con las sábanas recién mudadas es increíblemente agradable, una de esas pequeñas cosas de la vida que produce placer. Abrazar a aquel chico me recordaba esa sensación, el frescor de la limpieza, la paz de acabar el día y descansar en un lugar seguro.

No es nada fácil elegir las palabras para halagar a alguien, sobre todo cuando se pretende hacer de corazón. Es fácil hacer un cumplido vacío, pero cuando se quiere llenar de contenido, la cosa se complica. Al final, casi siempre en mi vida, me he escondido detrás de las letras para dejar hablar a mi alma y todas las personas a quienes he querido de verdad han recibido su dosis de "Maya en estado puro" a través de una carta, un email o incluso un sms, reconvertidos en declaración de amor, de intenciones, de rencor, de educación...

Tampoco me resulta especialmente sencillo recibir yo los cumplidos. Siempre tengo la impresión de no dar las gracias de forma adecuada, de poner una media sonrisa avergonzada... Cuando son por escrito son más llevaderos, porque te sonrojas en privado y quizá te da tiempo a meditar una respuesta.

Hay personas maravillosas a mi alrededor que piropean indiscriminadamente, y siempre encuentran algo hermoso que decir a otras personas. Está, por ejemplo, mi amiga Mon, que una vez me dijo "Qué guapa estás", cuando llegué a su casa vestida con un chándal, o aquella vez que me comentó "Estás guapa aún en pijama y habiendo acabado de vomitar" (en un contexto real); o mi amigo Polizón, que igual me manda a Operación Triunfo, que a Miss España, pasando por publicarme un best seller.

Recuerdo otros cumplidos, por lo extraño. Aquel chico que me dijo "Tú no eres rara, eres especial"; o aquel otro, "Como eres inteligente, te gusta que te llamen guapa"; o incluso aquel que le habla de mi maravillosa antigua melena a todo el mundo... Aquella alumna de 8 años que me dijo "Te pareces a la de Yo soy Bea" (cara de estupor por mi parte) "No, a la mala!!" (carcajada), o ese de 9 que, hablando de su profesora del colegio me dijo "Otro vano intento por llegar a parecerse a ti..." (más carcajadas), o el de 15, "Si hubieras escrito esto hace 100 años saldrías en los libros de literatura" (emoción...)

Me encantan los cumplidos entre amigas, esos que se hacen desde el orgullo y la falta de envidia, cuando le dices a otra mujer "Qué guapa estás", "Qué bien te sienta ese vestido". Una amiga, una de verdad, es mejor que un espejo...

Personalmente, yo creo que lo más bonito que le puedo decir a nadie es TE QUIERO. A veces pienso que los que hacemos un uso excesivo de esas palabras desvirtuamos un poco su significado, y que seguramente haya personas que las reservan para sentimientos tan profundos, que nunca están del todo seguros de si son lo suficientemente intensos como para pronunciarlas.

En mi caso, y en el de muchos de vosotros, nos decimos TE QUIERO porque los cumplidos nos resultan insuficientes para lo que queremos expresar. La capacidad de mostrar lo que sentimos nos hace vulnerables, mostramos nuestras cartas, pero también nos hace fuertes, seguros de nosotros mismos y de nuestra forma de vivir ese cariño. No nos avergüenza sentir, y lo que es más importante, no nos avergüenza que los demás sepan lo que sentimos.

¿Qué os puedo decir? Que sois unos lectores maravillosos, que me halagáis con vuestro apoyo y comentarios, y que, de una u otra forma, OS QUIERO.

MAYA.

viernes, 18 de febrero de 2011

Añoranza.

Las vida es algo extraño, nos mima y nos golpea a partes iguales, aunque a veces nos sentimos tan desbordados por los golpes que nos cuesta recordar que, en ciertas ocasiones, nos ha tratado maravillosamente.

Lo mismo sucede con las personas, y, puesto que algunas son dueñas de nuestros sentimientos y residen en nuestro corazón, esos que más nos quieren, son los que tienen poder para golpearnos y hacernos sufrir, y las heridas que nos provocan a veces son tan dolorosamente intensas que hacen que la felicidad que nos hicieron sentir en otros momentos se desvanezca hasta el punto de parecer que no han existido nunca. Y, dejamos marchar a esas personas, y ellos nos dejan marchar, y superamos su ausencia, seguimos avanzando sin ellos y de pronto, un día, una cara conocida en el autobús, una asociación de ideas, y un montón de recuerdos nos abruman.

Esos recuerdos llevan a otros, y mi mente vuela al pasado más reciente y al más lejano de mi vida, esa vida en la que existían personas que, por diferentes motivos, ya no forman parte de ella y pienso... ¿cuánto tiempo hace falta para dejar de echar de menos a alguien?

Por nuestra vida pasan muchas personas, pero sólo algunas de ellas dejan una impronta auténtica, imborrable, capaz de despertar en nosotros una sonrisa con su simple recuerdo, y de pronto, de la forma más sorprendente, te encuentras echando de menos a alguien a cuya ausencia ya te habías acostumbrado. Y te asombra, sobre todo, cuando a tu alrededor se mueve tanta gente maravillosa que crees que ya no hay espacio para nadie más en tu corazón, y sin embargo, te das cuenta de que ese pedacito de tu alma que perteneció a esa persona, aún es suyo.

El amor que repartimos es como un gran tejido elástico. Cede y se retrae a nuestro antojo y cuanto más amor regalamos, más queremos regalar, sobre todo si ese sentimiento es correspondido, y en nuestro corazón hay cabida para una gran cantidad de personas, del mismo modo que los que se empeñan en no amar, o lo hacen de una forma muy controlada, marchitan su capacidad para hacerlo y su gran tela elástica pierde su elasticidad.

Echar de menos a alguien que ya no comparte nuestro tiempo no es más que otra forma de amar, una forma un poco más dolorosa y nostálgica, sobre todo cuando rememoramos a personas que se fueron para siempre, pero al mismo tiempo con un matiz de generosidad, puesto que llegados a cierto punto de no retorno, ya no esperamos nada a cambio. Cuando añoramos a alguien que abandonó nuestra vida tiempo atrás, como me sucedió el otro día, el recuerdo y la consciencia de esa añoranza es agridulce, y provoca una cierta inquietud, e incluso un deseo de volver a acercarnos a esas personas. El paso de los días convierte esa inquietud en melancolía y un poco más tarde el recuerdo vuelve a ser tenue y casi imperceptible...

Y pasarán meses, quizá, sin que volvamos a pensar en esa persona, y sin más, algo la traerá volando a nuestro recuerdo y pensaremos, quizá, ¿cuánto tiempo se puede echar a alguien de menos? ¿Es posible echar de menos toda la vida? ¿Lo es...? Lo es...

MAYA.

(para Lore, que tiene un corazón tan grande, que no es una tela elástica, sino una carpa de circo, y que tiene la capacidad de amar sin condiciones y sin esperar nunca nada a cambio. Recuerda, echar de menos sigue siendo amar...)