miércoles, 21 de septiembre de 2011

Historias de amor.

El AMOR es el motor de mi vida, incluso y sobre todo, el amor a una vida por la que no siempre me siento correspondida. Lo que sí le he reconocerle a esta extraña vida mía es que me ha regalado unas historias de amor maravillosas

Es difícil darle el valor exacto a una historia de amor, si no es bajo el filtro del paso del tiempo. Necesitamos confirmar la intensidad de los sentimientos, y no suele servirnos un hoy, o un ayer, pese a que en muchas ocasiones hay grandes amores que se fraguan en apenas unos días, unas semanas, quizá. Cuando ese sentimiento se asienta, cuando no concebimos la vida sin el amor a esas personas, es cuando estamos seguros de que es AMOR de verdad.

Hoy, ayer, quizás mañana, no lo sé, hace, hizo o hará 20 años que encontré a uno de los grandes amores de mi vida. Siempre pensé que el amor de mi vida sería un príncipe azul, un caballero andante que me adorara, que me hiciera sentir la persona más especial del mundo, y que nuestra historia fuera digna de los más hermosos versos (y por supuesto, con un "y vivieron felices para siempre" como final del cuento)... Resulta que, sorprendentemente, el amor de mi vida es aquella chica a la que conocí en tercero de Bachillerato, con la que a priori no tenía nada más en común que la serie "V" y nuestra pasión por la lectura. Pero, ¿qué esperamos de nuestros grandes amores? Que nos acepten como somos, que nos respeten, que nos mimen, que nos aconsejen, que nos apoyen en nuestros aciertos y nuestros errores, que nos aporten alegría y luz, que sientan que lo que les aportamos nosotros es crucial en su vida; saber, sin lugar a ninguna duda, que sin ellos, nuestra existencia hubiera sido tan diferente, que ya no sería nuestra vida...

Pues ya no hay margen ni lugar al equívoco, querida Nube, y esto es mi regalo para ti en éste nuestro vigésimo aniversario juntas. Nadie más en mi vida, con excepción de mi familia, lleva 20 años queriéndome, y no es sólo que me quieras, sino que lo haces con un cariño absolutamente desinteresado y lleno de generosidad. La sangre no hubiera hecho que nuestros lazos fueran más fuertes, y sin embargo me hiciste madrina de tu pequeño, y ahora ya somos familia... No puedo decirte más que GRACIAS, gracias por quererme, por reír y llorar a mi lado y por poner el listón del AMOR tan alto en mi vida. Tú eres la culpable de que yo conciba el AMOR y la AMISTAD como lo hago, con la sinceridad por bandera, sin secretos, sin discusiones, un AMOR que sólo da y no me quita nada. Tú eres todo lo que yo busco en el resto de las personas de las que me rodeo, y he de decir que tengo la inmensa suerte de haber encontrado tus valores en otras muchas caras que viajan a mi lado en mi tren... Soy consciente de que muchas de esas personas se bajarán de ese vagón en algún momento, pero hace años que es más que evidente que tú y yo seguiremos allí.

¿Es el tiempo compartido algo fundamental para que un amor sea un GRAN AMOR? No ha de serlo, cuando, no hace más que unos días, recibí una postal de una persona a cuyo lado habré pasado, ¿cuánto?, ¿100 horas en total, quizá incluso exagerando?, y sin embargo recibí dicha postal como un regalo impagable, porque en sus letras, en su estrella de mar, veo tu enorme corazón, Ana, y agradezco al destino que uniera nuestras vidas hace ya al menos 10 u 11 años, y que tengamos ambas el mérito de, a pesar de lo extraño de nuestra relación, haber logrado crear un vínculo tan fuerte y tan hermoso. Te quiero mucho, AMIGA.

Muchos de los que leéis estas líneas sois grandes amores para mí, de una u otra forma, unos desde hace veinte años, otros desde hace un mes. En estos tiempos que corren, llenos de fracasos, frustraciones y desengaños, es un auténtico placer seguir creyendo, de todos modos, en el AMOR. Hay cambios en la configuración del blog, así que os regalo un enlace, especialmente para la niña del aniversario, y para quién más canciones me dedica...

Un gran amor que compartimos!!

MAYA.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Placeres gratuitos.

Aparece en el cielo y, de pronto, su hipnótica presencia, me transporta, me ciega, y pierdo toda capacidad que no sea observarla.

Cada verano, esa luna de agosto hace volar mi imaginación y mi memoria, hasta encontrarla como espectadora de fondo de muchas de mis vivencias. El verano es una época maravillosa para crear recuerdos, quizá por la magia del solsticio, quizá porque nos sentimos más libres, porque el sol incrementa nuestra energía y nuestro buen humor, quizá porque tenemos más horas para disfrutarnos y disfrutar de lo que nos rodea.

El verano es la época del año en la que más soy consciente de la cantidad de maravillas que existen a nuestro alrededor y que nos proporcionan momentos de felicidad, un tanto efímeros, quizá, pero que en el instante vivido dejan un regusto de ensoñación que, al menos durante unos instantes, alejan de mi mente las pequeñas tristes realidades del día a día...

Observar la luna es uno de esos lujos gratuitos que proporciona la naturaleza. Completamente concentrada, me pierdo en su brillo y en la fascinación por sus matices; la de agosto, con su tono anaranjado y el gran tamaño que supone su cercanía, me hace volar a mi adolescencia, a las noches de playa, cuando, de vacaciones, mis padres relajaban sus normas y me regalaban una libertad de la que no disfrutaba el resto del año. La luna llena es mi debilidad. Le pido deseos, como quién lanza una moneda a un pozo, disfrutando del goce de desear mucho más que de la posibilidad de que se cumplan tales deseos. Adoro el cuarto creciente, porque lo llevo impreso en mi piel y lo siento un poco más mío. Cualquier momento es bueno para detenerme, en medio de la calle, y durante unos segundos, desaparecer de la tierra y viajar a mi luna.

El cielo estrellado lejos de la ciudad es también mágico. El negro salpicado de brillantes es un escenario de cuento de hadas, de noches románticas, de confidencias, de primeros amores, de viajes de vuelta con la cabeza apoyada en la ventana de coche. El cielo estrellado es Villaseco, Villanueva, Adelán, Cascais... El cielo estrellado es ilusión de ver una estrella fugaz, y, nuevamente, pedir un deseo.

El verano es mar, playa y arena. Tomar el sol me da vida, me relaja, me tranquiliza, me da paz. El mar es fuerza, pasión y renovación. Me encanta sentir el frío en mi piel mientras me adentro, alejándome de la orilla; aún más, disfruto saliendo al sol y dejando que las gotas resbalen y desaparezcan por sí mismas o pasear por la arena dejando que me salpiquen las olas.

Tengo recuerdos de atardeceres hermosos en muchos y diferentes lugares. El color brillante del sol, el tono rosado del cielo, la luz desapareciendo lentamente en el horizonte, es un espectáculo digno de vivirse tantas veces como se pueda. Hoy por hoy, mis puestas de sol son el Cabo de San Vicente y Urueña.

En estos meses con tantas horas de luz, parece como si no fuera necesario dormir. Los días se alargan en conversaciones interminables y piensas, "ya dormiré en invierno...". Una terraza con amigos, un café que se alarga hasta convertirse en copa, una sesión de chat sorprendente y llena de complicidad, risas, música y cine, una visita de un amiga a tu casa que hace que pierdas la noción del tiempo, la sensación de que la calle se vive de noche en estos meses...

5 de septiembre, y un nuevo verano llega a su fin. Ha sido un fantástico verano, una mina de recuerdos para el futuro, un respiro en la rutina, cientos de fotos que revisar, de lugares visitados, de momentos compartidos, de gente inolvidable. Gracias a todos los que de una u otra manera lo habéis compartido conmigo, porque sabéis que siempre permaneceréis en mi memoria.

Lamento la tardanza de mi vuelta. Gracias por esperarme.

MAYA.