sábado, 21 de febrero de 2015

Os voy a contar un cuento...

       

       Abrió los ojos lentamente, intentando adaptarlos a la luz. Sentía el agradable calor que la rodeaba cada día al despertarse. Era tan feliz…

         Qué lugar tan hermoso era aquel… Se levantó con cuidado y se deslizó fuera de la cama, intentando no pisar las flores que cada día encontraba a su alrededor. ¿Quién dejaría allí todas aquellas flores? ¿Y la comida? Hacía días que había dejado de preguntárselo y tan sólo lo disfrutaba.

          Se sentía perezosa aquella mañana y al mismo tiempo algo nerviosa. Le parecía que había más flores que de costumbre y le costó mucho esquivarlas. ¿Qué era ese mareo que sentía? Sin querer darle más importancia, inspiró sonriendo el aroma de las flores y salió a pasear.

          Cómo disfrutaba de su hogar… Era tan hermoso… No se le ocurría ningún lugar donde pudiera sentirse tan segura como allí. La paz, la música y la risa siempre le acompañaban, y los días se sucedían de forma sencilla y natural.

         Respiró profundamente y sonrió. De pronto un sonido atronador rompió su maravilloso silencio. Asustada miró a su alrededor. Había comenzado a llover. La lluvia caía con tanta fuerza que estaba destrozándolo todo. La luz desaparecía rápidamente, y mientras la oscuridad se cernía sobre ella, comenzó a llorar desesperada.

      Sin saber qué hacer, decidió empezar a correr. Corría sin rumbo, adentrándose en el bosque que rodeaba su hogar. Nunca se había alejado tanto, pero el miedo le obligaba a continuar.  Desorientada, a lo lejos, vio una luz. Era apenas un puntito brillante y la maleza dificultaba sus pasos, pero dejó que le guiara.

          Apenas era capaz de ver nada. La lluvia intensa cegaba sus ojos y estaba tan cansada que  sólo quería rendirse, pero el puntito luminoso cada vez era más grande. Cuando por fin llegó hasta él, comprobó que era un agujero. ¿Qué había al otro lado? Acertó a sacar una mano por allí. ¡Hacía mucho frío! No quería salir, ¡no quería! Pero miró hacia atrás. Ya no quedaba nada del lugar donde había sido tan feliz. ¿Por qué estaba pasando todo aquello?

           Aterrorizada, sintió como algo agarraba su brazo. El agujero no era lo suficientemente grande, pero tiraron de ella hasta que consiguieron sacarla. Hacía un frío terrible. No podía parar de llorar. Voló por los aires sujetada por unas manos que no conocía. Estaba tan asustada… Sintió como le limpiaban la cara y la tapaban con una manta. Por algún motivo que no era capaz de entender, no podía abrir los ojos. La depositaron en otros brazos que tampoco conocía y sin embargo, aquella voz… ¿Quién era? ¿Por qué le resultaba tan familiar?

         Y entonces, por fin, otra voz familiar, otros brazos. La calma le iba llegando y lentamente dejó de llorar y de tener frío. El miedo se alejaba y todo tuvo sentido cuando escuchó

                           "Alma, te estábamos esperando..."



          Éste es mi regalo de cumpleaños para mis queridos amigos Jose y Lorena. Me he perdido vuestra fiesta (maldito dolor...) Pensaba leéroslo en voz alta porque, en fin, quería contaros un cuento, pero ésta ha sido la única forma que se me ha ocurrido para hacéroslo llegar a pesar de mi ausencia.



             Ojalá estuviera allí con vosotros. Espero que cada lágrima de rabia que he derramado hoy, se convierta en perlas de alegría el día que llegue Alma. 


                                 OS QUIERO CON TODO MI CORAZÓN

                                                  REBECA

martes, 17 de febrero de 2015

La mala racha

      "Vaya racha llevas..." se ha convertido en la frase que más escucho desde hace meses. Me lo dicen con cariño, la mayor parte de las veces, con simpatía, muchas otras con una gran intención de ánimo y algunas, afortunadamente las menos, con compasión.

       Me horroriza la compasión. Cuando cuento la cantidad de absurdeces que me acontecen, la mayor parte relacionadas con mi penoso estado de salud, intento hacerlo siempre desde el humor, hablo de ello como quién cuenta lo que hizo durante el fin de semana o lo que comió el día anterior. Desde mi inactividad actual no hay demasiado que contar, más allá de mis visitas al teatro, mi adicción a las series de televisión, mi compulsividad en la lectura o mis achaques. Depende del momento en que se me pregunte, soy más proclive a hablar de un aspecto que de otro, pero como mucho, puedo estar buscando la empatía y nunca la lástima...

         Ayer, ante la avalancha de mensajes de ánimo ante una publicación mía en Facebook, pensé si la imagen que estoy dando es la que quiero dar, y la respuesta es que probablemente no lo es... Adoro cada muestra de cariño, pero siempre preferiré que la gente a la que quiero se ría conmigo al hecho de que se preocupen por mi.

       "Vaya racha llevas...". Yo ya ni sé cuándo empezó la racha... ¿Y si mi vida fuera esta racha? ¿Y si la extraña suerte que me acompaña estuviera aquí para quedarse? ¿Y si tan sólo fuera cuestión de darle la vuelta a la forma de verlo?

      Os invito a reíros conmigo: hace poco menos de un año caigo de baja por una situación de acoso laboral. Me empieza a dar miedo salir de casa porque, de todos los lugares donde uno puede vivir, los suegros de mi acosador viven justo al lado de mi casa. Dos meses después consigo armarme de valor y ponerme en marcha, con mucha dificultad, porque la medicación hace que por las mañanas sea poco más o menos que una ameba, y comienzo una rutina piscinera que me regala momentos realmente surrealistas. Me despiden del trabajo. Me voy de vacaciones y mi modorra matinal hace que me despeñe por unas escaleras de caracol, dándome el castañazo de mi vida. De vuelta a casa en septiembre, faringitis al canto y mi ánimo decae. Me ataca la rinitis salvaje. Octubre, con ganas de salir adelante, visita a Madrid, y de vuelta a casa, faringitis. Diciembre, me regalan un cepillo de dientes eléctrico, y tras tres noches de uso, me dejo despellejadas las encías y no puedo comer sólido hasta el 7 de enero. Visita a Madrid. De vuelta, gripe de la muerte. Vaya, parece que me duelen los oídos... ¿Inflamación de la articulación de la mandíbula? Venga, lo compro. Pues no se pasa... Ah, que dicen que es tubaritis... ¿Que no hay tratamiento en concreto más que tener paciencia? Pues nada, una de paciencia... Ah, y si alguien tiene un estómago de sobra, que me lo preste, porque dice el mío que ya no puede con más porquería de medicación. 

        Y así llegamos hasta hoy, 16 de febrero. "Vaya racha llevas...". Pues sí, oigan, llevo una rachita francamente interesante. ¿Triste? Hombre, no es lo más alegre del mundo, pero os prometo que me río. Hoy no, hoy no me río, porque si gesticulo me duele más la cara (y no de ser guapa, precisamente), pero hay que reírse... Pensad en mí con una sonrisa en la cara y prometo devolvérosla con intereses. Porque con mala o buena racha, la vida sigue, y más nos vale enfrentarnos a ella con una sonrisa.

MAYA

       PD- Ya no sé cuantas veces os he pedido perdón por mi ausencia de posts. Una vez más lo siento. Es que tengo una mala racha...  :-)

        Ah, y ya que pido, agradecería mucho que dejaran mi coche en paz. En los últimos meses se lo ha llevado la grúa por una maratón, le han dado un golpe que lo han dejado tuerto, y me ha llamado la policía tres veces para que lo moviera de sitio por mudanza... Creo que mi coche también tiene una mala racha.

        En un par de días, os regalo un post de verdad. Esto me hacía falta a mí. ¿Nos reímos?