martes, 7 de agosto de 2018

La sencillez de las palabras.

     Habréis leído por ahí alguna vez que las palabras más difíciles de decir son "Te quiero" y "Lo siento". Entiendo que en las experiencias personales de cada cual esto podría ser cierto, pero os contaré que tengo la suerte de estar rodeada de personas magníficas y no he sentido jamás que ninguna de ellas, empezando por mí misma, haya tenido ni un mínimo conflicto para pronunciarlas.

      Vengo de unos días muy extraños. No está siendo el verano que esperaba y que tanto necesitaba; un verano de descanso, de propósitos, de tareas pendientes, de reflexión, de escritura. En su lugar, me encuentro sumergida en unos meses de disgustos, de problemas, de ruido interminable, de falta de sueño, de frustración, de irritabilidad. Yo propuse y la vida dispuso lo que le dio la real gana, y aquí estoy, campeando el temporal como buenamente soy capaz. Tranquilos, éste no es un post de tristeza infinita y de quejas al viento. Aguantad leyendo un poquito más.

       TE QUIERO. Dos palabras que tengo la suerte de escuchar y leer constantemente. TE QUIERO. Porque mi gente es verbalmente explícita y nunca jugamos a dejar adivinar. TE QUIERO. Porque jamás dejamos la más mínima duda acerca de nuestros sentimientos. TE QUIERO. Porque también enseñamos a los peques de nuestro entorno a verbalizarlas constantemente y a darles el valor que tienen. TE QUIERO. Porque no creemos que las palabras desgasten el sentimiento. Todo lo contrario. Lo intensifican. Lo magnifican. Lo hacen aún más real. NOS QUEREMOS.

        Y a pesar de todo este amor empalagoso y pegajoso que me rodea, lo que más escucho estos días es LO SIENTO. No, nadie me ha herido, ni ofendido, ni ignorado, ni maltratado nuestra relación. LO SIENTO. Porque en mi entorno son palabras que se dicen cuando pensamos que estamos gravando al otro. LO SIENTO. Porque nuestros lazos son tan fuertes que no soportamos la idea de que algo que hayamos hecho o dicho haya podido afectar de alguna manera al otro. LO SIENTO. Porque no nos pesan estas palabras, sino que nos importan y nos enriquecen. LO SIENTO. Porque estoy siendo depositaria de confidencias y tristezas ajenas y, aunque sé que es uno de los roles que he de desarrollar en esta vida que me ha tocado, los que me quieren se disculpan por ese peso que depositan en mí.

       Y esta mañana he recibido un LO SIENTO inesperado y sorprendente, no merecido, emocionante y emocionado. He aquí la historia.

      Hace tres o cuatro años que coloco mi toalla en el mismo lugar en la piscina. Cerca de mí siempre coloca la suya la misma mujer, de la edad de mi madre, quizá algo mayor. No somos amigas. Apenas tenemos información la una de la otra. El nombre, alguna generalidad, nuestro amor por la lectura y por el agua fría. Poco más. Nunca ha sido necesario.

      Como os contaba al principio de estas líneas, el verano se ha ido torciendo según han ido pasando los días, y si al principio del mismo cruzábamos algunas frases en el par de horas que compartimos cada mañana, con el paso de las semanas y la carga de tristeza, malhumor y cansancio que he ido acumulando, esa interactuación ha quedado reducida al "Buenos días" al llegar y "Hasta mañana" al marcharnos. Como entenderéis, soy yo quién busca el silencio. Intento relajarme y buscar una paz que ya no tengo en casa, y la mínima conversación a nivel meramente social, me supone un esfuerzo.

     Así ha ido pasando todo un mes, con días mejores y peores, y hoy he vivido una situación impactante. Es bonito saber que, a pesar de todo, la gente aún puede sorprenderme y para bien. Paseaba yo alrededor de la piscina, porque no me apetecía estar tumbada, cuando he oído que me chistaban desde el agua. Era ella, que claramente no se acordaba de mi nombre. Ha dejado su baño y ha salido a decirme: "No quiero perderte. Perdóname si te he ofendido en algo. Lo siento mucho. Se que soy una cotorra y a lo mejor te he aburrido. Y te doy los "Buenos días" cada mañana para que sepas que estoy aquí. Hoy quería presentarte a mi hija y no me he atrevido. Pero lo siento. Yo creo que te he molestado y no quiero que dejemos de hablarnos porque, aunque no somos amigas, me agradas mucho y esto me da mucha pena..."

     Muerta, amigos, me he quedado muerta y ojiplática. Lo primero, porque si alguien tenía que disculparse era yo, y así lo he hecho, por imponer una ley del silencio por la que debería haberle dado, aunque fuera, una pequeña explicación. Lo segundo que le he dicho es que es una persona muy valiente, porque, incluso estando yo acostumbrada a estas emociones verbales, me ha parecido increíblemente sorprendente que una persona con la que no tengo ninguna intimidad, superara el pudor de decirle "No te vayas de mi vida" a su compañera de toalla piscinera. Se me han llenado los ojos de lágrimas y le he explicado sin muchos detalles el porqué de mi silencio, que ella ha prometido respetar, una vez comprendido, y yo la sentía grandiosa y auténtica, en su cuerpo menudo, en bikini y con gorro de baño, abriendo su corazón a una persona a la que ve un par de meses al año y que, a ratos, le ayuda con sus dudas tecnológicas o le aconseja lecturas.

       Y ahora aquí, sentada casi a oscuras, se me ocurre un mantra que repetir cuando el ratito sea malo; "Vida, estás siendo un poquito hija de puta en lo que respecta a muchas cosas, pero cuando se trata de elegirme a la gente que me rodea, hay que ver qué poquito te equivocas..."

MAYA

Nota- La RAE no admite el uso del adjetivo "ojiplático", pero me da igual, porque me encanta, es visual y perfecto, y si ellos asumen el uso de "amigovio", yo voy a usar "ojiplático" cuando me dé la gana...