De entre las pocas habilidades de las que puedo presumir, sin duda, mi favorita, es mi memoria... Ojalá la conserve muchos años, porque muchas de las historias que os cuento nacen de mis recuerdos. Los recuerdos, aquellas cosas que hemos vivido, forjan lo que somos, lo que sentimos, lo que deseamos.
2002 fue uno de esos años que marcan una vida. Durante aquellos meses de verano el futuro dio un vuelco cuyas consecuencias llegan hasta hoy, y justo éste, es el momento perfecto para compartir una historia inolvidable.
Aquel verano comenzó como muchos de los meses anteriores, viviendo un drama absoluto por la tragedia de mi vida. Una vez más, mi adorado novio estaba enfadado conmigo y había decidido desaparecer y no contestar al teléfono.
Aquel verano se casaba la hermana de mi mejor amiga. En aquel momento yo no entendía muy bien por qué yo estaba invitada, ya que nuestra relación distaba de ser íntima, pero acepté su invitación sin saber la importancia que aquello acabaría teniendo.
Aquel verano asistí a dos despedidas de soltera de la misma persona, cuando yo no asisto por sistema a ninguna despedida de soltera, pero una vez más, el destino tenía que jugar sus cartas.
Así que, allí estaba yo, julio de 2002, una drama queen en esencia, el día de la despedida de soltera de la hermana de mi mejor amiga, lánguida hasta la desesperación, y viéndome obligada a ir a la prueba del vestido de la novia, que venía del tradicional fin de semana que uno de sus amigos organizaba anualmente en Montejo de Arévalo, acompañada de su futuro marido y dos de los mejores amigos de éste. Unos vermús, unas patatas bravas y un montón de piropos de aquellos chicos hicieron que mis lágrimas desaparecieran, y una conversación por teléfono con otro amigo desconocido me hizo sonreír.
Un par de semanas después pude poner cara a aquella voz al otro lado del teléfono, en la segunda despedida de soltera, en aquel caso en Madrid. Y aquella cara, aquella voz, aquella persona, marcó un antes y un después en la vida de la drama queen que tanto me gustaba ser.
Durante apenas un mes aquel chico me abrió los ojos al mundo, me enseñó que yo era algo más que "la novia de" y que había más vida que aquel novio mío que me traía por el camino de la amargura. Nunca olvidaré que la madrugada del 18 de agosto aquella chica que se casaba, en plena noche de bodas, me envió un SMS en el que me recordaba que yo merecía ser feliz y que lo acabaría siendo... (12 años después aún me lo dice, a pesar de que la vida se empeña en llevarle la contraria), tras dejarme llorando en un bar porque mi novio acababa de dejarme, una vez más, otra de tantas...
No hubo una gran historia de amor con aquella voz al otro lado del teléfono, si eso es lo que pensáis, pero al día siguiente de aquella boda me regaló uno de los recuerdos más bonitos que me acompañan. Mientras daba un paseo desesperada en mi profunda tristeza, me encontré con aquella expedición de invitados de Madrid entre los que se encontraba él. Ya se marchaban de vuelta. Yo seguí caminando y, de pronto, unos pasos de alguien corriendo tras de mí, una mano que agarraba mi brazo y me obligaba a girarme. "Me quedo contigo", dijo aquella voz, mientras intentaba besarme. "No puedo", le respondí, mientras le obligaba a apartarse, aunque mi boca deseaba besarle con toda mi alma... "Me voy a quedar de todos modos", insistió. Y se quedó...
No hubo apenas nada más entre nosotros. Unos besos furtivos en la estación de metro de Goya, unos mails inciertos. No era para mí. Yo no era para él... Pero aún hoy, sigue siendo el único chico que ha corrido tras de mí. Aquella escena de película romántica me la regaló un chico al que había visto tan sólo un par de veces. Sólo él.
Hoy se casa aquella voz tras el teléfono. Las circunstancias de la vida han hecho que apenas nos hayamos visto en los últimos 6 o 7 años, pero hoy le recuerdo con tanto cariño que este texto se ha escrito casi solo.
Aquel verano del 2002 mi familia creció de pronto. Aquella chica no tan íntima que me invitó a su boda se convirtió en mi hermana; sus hijos, en mis sobrinos... Mi amiga, la otra hermana, conoció al amor de su vida ese verano. Su hijo es mi pequeño ahijado. Y de aquel vermú con sus patatas bravas nació la amistad con mi mitad casi perfecta. Doce años después de aquellas patatas, de aquella foto, una amistad para siempre y una habitación que fue mía desde que él tuvo su propio hogar. Y ahora, yo también voy cada verano al tradicional fin de semana de Montejo.
A finales de verano, recibí un SMS en el que una de mis alumnas me alertaba de un beso robado con uno de sus amigos. El mes pasado asistí a su boda...
2002... Qué año...
MAYA
PD- Gracias, una vez más, por esperar pacientemente mis letras, pero necesitaba escribir en un momento en que no hubiera tristeza y el momento llegó hoy. Podría haber llegado hace semanas, pero hoy era el día. Y puesto que la inspiración de este post, el recuerdo del que ha brotado, es una boda, no puedo por menos que dedicárselo a 4 personas que se han casado este verano:
- Para Marta y Sergio, cuyo beso robado aquel 2002 les llevó al altar 12 años después. Marta, tú me has hecho escribir este post. Cuando hablamos de la boda de hoy el otro día recordé aquella frase que has utilizado tantas veces: "Todos deberíamos vivir una historia de película como aquella". Lo vuestro sí que ha sido un amor de película. ENHORABUENA Y SED MUY FELICES.
- Para Jose y Lorena, a quienes no tenía el placer de conocer en 2002, pero que comparten su vida conmigo desde hace años, y que por fin han cumplido su sueño y se han casado como ellos tanto han deseado durante sus 13 años de relación. La espera mereció la pena y sus caras de felicidad ese día lo decían todo. Como os dije durante vuestra preciosa boda, NO ME HUBIERA PODIDO PERDONAR PERDÉRMELO.
¡¡OS QUIERO MUCHO!!