Llevo meses intentando encontrar una idea para volver a
escribir, y, no os voy a mentir, está siendo harto complicado. Al tiempo que he
logrado darle una paz y un equilibrio a mis días, algo que me era fundamental,
las musas se me han escapado y no soy capaz de sacarlas de su escondite. Quizá
les di tan mala vida y estaban tan hartas de dramas y tragedias, que no quieren
saber más de mí. Y, ¿cómo explicarles que deseo profundamente escribir sobre
cosas bellas, que ansío hacer sonreír y no llorar, que tengo tanto que decir
sobre tantas cosas, en resumen, que LAS NECESITO?
Hace un par de semanas vi una pintada en la pared del Teatro
Pavón, que recordé hace un par de días. “No nacimos para musas, sino para
artistas”. Vivimos en una época en la que el FEMINISMO por fin está tomando el
lugar que merecía, el que debíamos darle. Nunca me había considerado feminista,
supongo que porque nunca me paré a pensar en lo que en realidad significaba
serlo. Tengo la gran suerte de haber sido educada por un padre que siempre me
hizo sentir que podía llegar a ser y tener lo que yo deseara de la vida,
independientemente de mi género, y por eso nunca me sentí diferente, ni
teniendo que luchar por unos derechos de los que me sentía dueña y señora. Qué
equivocada estaba…
Soy una privilegiada. En mi pequeño mundo utópico me he
sentido IGUAL que cualquier hombre. Respetada y respaldada en mis decisiones
personales, valorada en mi trabajo (argentino loco aparte) y formando parte de
un círculo en que no parecía un debate necesario. Y lo era, ahora lo sé.
No sabría concretar el momento de mi despertar, el momento
en el que me di cuenta de que los hombres lo tienen casi todo más fácil (es una generalización que quizá no es justa, lo asumo), y que hemos
normalizado situaciones de acoso, de machismo y de superioridad de género como
algo socialmente aceptable. Fuera cual fuera ese momento, lo cierto es que
sucedió y ahora respiro la consciencia de la lucha necesaria.
¿A dónde voy con todo esto? Porque yo no quería hablarnos de
feminismo. Yo venía a hablaros de MUSAS. Porque sí, yo no necesito ser la musa
de nadie, y de hecho no lo soy, pero no puedo negar que vivo rodeada de musas
que no sé si me inspiran a escribir, pero de lo que no cabe duda es que me
inspiran a VIVIR.
Echad un vistazo a vuestro alrededor, da igual que seáis
hombres y mujeres, y descubriréis que estáis rodeados de heroínas. Empecemos. Todos
tenemos una madre. Las madres son las primeras heroínas con las que tenemos contacto.
Nos cuidan, nos educan y nos lanzan al mundo con más o menos fortuna. Sufren
nuestro sufrimiento y nos regalan su existencia para siempre.
¿Qué me decís de esas mujeres que pierden un hijo? El
destino puede ser tan cruel como para quitarle a una mujer lo más importante de
su vida. Da igual la edad de ese hijo. Si se va antes que su madre, la vida se
parte. ¿Y esa madre que perdió a su princesa con trece añitos y que se ha
dejado crecer el pelo para donarlo a enfermos que lo pierden, como aquella, su
princesa? Esa mujer es una DIOSA, amigos.
También conozco a una heroína rechazada por su madre. No me
puedo imaginar ese dolor, pero, en fin, entiendo que no todas las mujeres
tienen por qué ser las reinas del cuento, y a algunas les toca ser las brujas.
Y, ¿se sobrevive sin el amor de una madre? Lo hacen. Sólo hay que ser
consciente de que, a veces, el amor de la familia que uno encuentra a lo largo
de ese camino que recorremos cada día, puede ser tan fuerte o más que el que
nos ata a los que comparten nuestro apellido.
Hay mujeres maltratadas, que tienen que rehacer su vida y la
de sus hijos después de que un bastardo les rompiera la existencia. Y eso si
tienen la suerte de conservarla… Empiezan de cero, renacen, no de sus cenizas,
sino de la mierda en la que vivieron, y son capaces de sobreponerse al infierno
y volver a sentir que son personas.
Y tenemos a las mujeres con una carrera profesional y una
familia, esas que no tienen la suerte de tener una pareja que entienda que a
las tareas domésticas no se les ayuda, sino que son de dos y se comparten, como el cuidado
y la educación de los hijos, y a las que no les queda más remedio que hacer
contorsionismos con su tiempo, sacrificando, con gusto o a su pesar, quizá una carrera más
brillante.
O esas mujeres que, en estos tiempos precarios, se hacen
cargo de sus nietos, de sus mayores y de lo que haga falta, y sin perder la
sonrisa y la fuerza, siendo madres, hijas, hermanas, amigas. Siendo MUJERES.
O las que han de cargar a su espalda con todos los problemas de su familia, tirando de un carro que no les corresponde, ejerciendo de madres en su propio círculo, pagando deudas que no son suyas, viviendo alerta al siguiente bache que otro encontrará y del que ellas lo levantarán del suelo.
O las que han de cargar a su espalda con todos los problemas de su familia, tirando de un carro que no les corresponde, ejerciendo de madres en su propio círculo, pagando deudas que no son suyas, viviendo alerta al siguiente bache que otro encontrará y del que ellas lo levantarán del suelo.
¿Cuántos ejemplos de mujeres inspiradoras podéis darme
vosotros? Seguramente muchos más de los que a mí se me ocurran. He dejado una
más para el final, la mujer que me ha “obligado” a sentarme delante del
ordenador y volver a escribir, y un ejemplo de todo lo que me inspira y que
provoca la más profunda admiración. Alguien que acaba de ser consciente de que
la vida se le escapa, y ha decidido disfrutar cada segundo como un regalo, como
quién se prepara, con ilusión, para el más grande viaje de su vida (y son sus
palabras). Alguien que me regala conversaciones de corazón a corazón, consejos
y lecciones de vida. Alguien que, pudiendo desmoronarse, ha elegido la
dignidad, la paz y la alegría como compañeras de viaje. Alguien por quién no te
queda más remedio que sonreír, cuando lo que parecería lógico es llorar. Alguien a quién no soy capaz de
expresarle cómo voy a echar de menos, pero a quién pienso despedir con la sonrisa
y alegría que ella demanda y merece, porque vive y vivirá para siempre en mi
corazón.
No sé si ésta es la vuelta que esperabais cuando me pedíais
que retomara el blog, pero es lo que he sentido que debía escribir. No hay
poesía ni grandes reflexiones profundas, sólo verdad. Una verdad que vivo y que
me hace fuerte, por tener la suerte de compartir mi tiempo y mi alma con personas
que me muestran su fortaleza y sus ganas. Disfrutad de vuestras MUSAS, que
todos las tenéis. Otro día hablamos de HÉROES, que por supuesto, también los
tengo.
MAYA.
PD- Éste es mi homenaje a ti, Mar, AMIGA, porque me pediste
que volviera a escribir. Lo del libro va a ser mucho más difícil, aunque no
quiero descartarlo. De momento, vamos a ver si consigo darle alegría al blog.
TE QUIERO. MUCHO. MUCHO. MUCHÍSIMO.