Desde hace más de año y medio, y por el arte de magia de una pandemia mundial, caminamos por la vida casi de puntillas. La realidad que conocimos y dimos por hecha, ya no existe, y no hay forma de adivinar cuándo (si) la recuperaremos. Ahora resulta que debíamos atesorar aquella normalidad que nos parecía normal, porque al final, todo aquello era excepcional y no lo sabíamos. Ay, ojalá haberlo sabido...
Y aquí estoy, un día de verano un poco triste (porque dentro de la absurdez de vida que llevamos, también hay días bonitos, y no, hoy no es uno de ellos), y de pronto hay un niño botando incansablemente una pelota de baloncesto frente a mI ventana y recuerdo que así empezó esta historia, la mía con este blog. ¿Lo recordáis? Algunos ya estabais por aquí, leyendo mis divagaciones sobre sentimientos, sobre personas, sobre pasiones, y, aquel primer día, sobre los putos niños que no paraban de golpear el balón contra una pared. He buscado el post y lo he releído con la sensación de que, primero, no lo había escrito yo (cosa que sucede casi siempre ), segundo, que ha pasado una vida (más de 11 años, ahí es nada), tercero, que sigo en aquel andén en el que me describía entonces. Gente que pasa con sus billetes y con destinos muy decididos y definidos, y yo, con cara de perdida en la estación, como que aquello no va conmigo.
Pero algo ha cambiado, incluso mucho, diría yo, en estos 11 años, y hablando exclusivamente de mí. Sigo sin saber cuál es mi tren, y, lo que es más, es posible que nunca lo sepa, pero hace tiempo que eso dejó de molestarme. He hecho las paces con esa incapacidad mía de tener un plan de vida, llamemos, convencional, y, venga, hoy no es un buen día, pero los tengo a cientos, incluso de pie en el bendito andén.
Normalmente sonrío viendo los trenes de los demás pasar. Ahí estoy, en mi banquito, y a veces os bajáis y me contáis vuestro viaje, os sentáis un ratito conmigo, y continuáis en vuestro tren de la vida (algún día debería contaros la historia de una depresión, una borrachera y el inolvidable tren de la vida...). Otras os veo cambiar de tren, porque resulta que, por muy bien que los eligierais, no son infalibles y a veces se estropean, y no os queda otra que bajar y pensar en cuál os subís después. A veces se baja alguien que ya no esperaba y me llena el corazón de alegría (siempre habrá sitio en mi banco para alguien que ya estuvo aquí). Hay viajeros a los que pierdo de vista para siempre, y me pregunto si su viaje habrá ido bien. Y otras veces, de pronto, hay gente nueva junto a mí, porque la vida aún no ha perdido la capacidad de sorprenderme y me regala nuevos amigos, nuevos compañeros de viaje (o de no viaje...)
Y os acompaño a ratos en vuestros trenes, y vosotros a mí en mi parada sin destino, pero vamos juntos. Y sigo en mi palacio del silencio (eso es otro post), pero muchas veces lo inunda la música (de Lin-Manuel Miranda, principalmente), y cuando salgo de él, la mayor parte del tiempo, me rodea la risa. Y, cierto, hoy no es un gran día, pero mañana quizá lo sea, o pasado mañana, o la semana que viene, y atesoraré recuerdos pandémicos, porque algunos son tan buenos como los de aquella normalidad perdida. Y os abrazaré con los ojos, o con los brazos, (porque a veces no hay pandemia que impida un abrazo), y llegará otro día en que quiera matar a un niño con una pelota... Y entonces recordaré que hay algo que definitivamente no ha cambiado en estos 11 años, que este blog me hace feliz. Tenéis razón, la continuidad de este proyectito literario es pésima (ya me gustaría a mí que no lo fuera...), pero, indiscutiblemente, cada vez que me siento a escribir, sigo sin estar segura de mis palabras le van a llegar a nadie, pero lo que sí sé, lo que siempre sucede, es que, al menos para mí, todas estas palabras que escribo, que a veces incluso vomito incontrolablemente, son PALABRAS SANADORAS. Y no sólo las mías (lo siento, soy una rebelde del SÓLO, y lo pienso seguir escribiendo con tilde forever and ever), sino que cada uno de vuestros maravillosos comentarios, son el agua salada con la que curar una herida.
Así que, me despido como lo hice en aquel primer post. Si hay alguien al otro lado de estas letras además de mí misma, "HOLA". Ah, y os espero en mi banquito. Traed unas pipas barbacoa y un refresco de sabor ridículo...
MAYA
PD- Mon, hoy ocupas mis pensamientos más que los demás visitantes de mi estación, así que esto es para ti. Que mis letras te acompañen un ratito en tu apartamentito de soltera. Te quiero.