jueves, 28 de noviembre de 2013

Géminis

      Llevo meses intentando darle una nueva forma a mi vida, y no sé muy bien cómo hacerlo. Siento como si fuera un blandiblú, que por mucho que yo me empeñe, se me sigue escurriendo entre los dedos.

      Yo no diría que es un mal momento, aunque reconozco que en mi línea vital ya se mezclan tanto los buenos y los malos, que no sabe una cómo distinguirlos. Pero no, no es un momento terrible; hay días terribles, pero también sigo encontrando grandes momentos de felicidad, como me prometí que haría a principios de año. Esos planes extraños, ese trajín de teatro en teatro, esas desapariciones buscadas…, son  lo que me mantienen cuerda.

      Y si me voy manteniendo cuerda en esta cuerda floja que resulta nuestra frágil existencia, ¿qué quiero cambiar? Porque de lo que sí estoy segura es de que es época de cambios. Los noto, sobre todo en mi interior. Mi forma de entender ciertas cosas es diferente; no sabría asegurar si peor o mejor, pero diferente.

      De pronto, hay una cierta intransigencia que me domina y no soy capaz de controlar. Siempre he sido consciente de que, en cierto modo,me han “utilizado” muchas personas. No me ha importado demasiado, porque, a pesar de que dolía, tenía demasiado poco peso como para hacer que influyera en mi comportamiento posterior con otras personas diferentes, así que, he seguido dando pie a que esta situación continuara.

      En primavera mi vaso de paciencia estuvo a punto de derramarse y en verano ya estalló por completo y el agua de mi rabia corrió por todos los ramales de mi vida. Borré números de teléfono, bloqueé a personas en las redes sociales, enfermé durante semanas encadenando múltiples y absurdas dolencias, me absorbieron las inseguridades y me consumió la sensación de que me equivoco, y no sé en qué…

      Me he comprado un vaso nuevo, pero es más pequeño que el anterior. Me debato entre la generosidad y el egoísmo y a veces siento que no tengo término medio. No sé lo que estoy perdiendo o ganando, pero no puedo evitar comportarme así. A ratos, adoro mi mundo, mi gente, mi vida; al día siguiente me marcharía a la Conchinchina para empezar de cero, me compraría una vajilla nueva, la llenaría de esperanza e ilusión y me olvidaría de todo lo anterior.

    No sé qué me ocurre. Supongo que hay momentos de saturación vital inevitables. Estoy en el punto extremo de mi personalidad géminis, capaz de lo mejor y de lo peor. No pido ayuda, pero tampoco puedo pedir perdón. Paciencia, quizá, paciencia es lo que sí puedo pedir…

     Necesito unas vacaciones de mí misma, de mis circunstancias, de mi forma de vivir… ¿Alguien conoce el modo de hacerlo? Me temo que no lo hay… Así que me tengo que pedir paciencia también a mí misma, y, mientras tanto, agarrarme a mi cinturón de seguridad, vosotros, mi gente, cuyos números no borré…

    Mi ogro es menos ogro, tengo un colchón nuevo maravilloso, a Asier Etxeandía y Venidos a menos en unas fotos preciosas, mi cine, mis kebabs, mi tarjeta de crédito (a la que tengo que dejar respirar un poco), mis series, mi sofá, mis vosotros… Tengo mucho. Quizá tan sólo necesite redecorarme, reorganizar prioridades y sentimientos. Seguiré trabajando en ello y buscando una isla interior donde darme esas merecidas vacaciones.

MAYA

PD- Os prometo que el próximo post será más poético y menos prosaico... A veces, una necesita enrabietarse!!

lunes, 21 de octubre de 2013

Para Laura

      Mi querida niña,

     Hace dos meses ya que nos faltas. Ni todo el amor que te rodeaba, ni tu fuerza, ni tus ganas de vivir fueron suficientes para ganar el último embate de la enfermedad a la que te viste sometida. Tú perdiste la guerra, princesa, y todos los que te queríamos perdimos una batalla cuyas heridas no nos queda más remedio que intentar curar. Si no las curamos, querida, te fallamos, porque tú te has ido sin querer marcharte, así que los que nos quedamos, tenemos la obligación de vivir por ti, todo lo que tú no pudiste, todo lo que hubieras deseado.

       Fuiste un regalo para todos nosotros. La impronta que dejas en nuestras vidas es y será imborrable. Tus 13 años, dolorosamente insuficientes, injustamente escasos, han marcado una diferencia en todos los que hemos tenido la increíble suerte de conocerte. Hemos de vivir con tu ausencia, pero al menos podemos hacerlo cargados de recuerdos maravillosos.

        Eres la primera persona que se me va a la que echo en falta cada día. Ocupabas un lugar tan grande en mi corazón y en mis pensamientos que a ratos me cuesta muchísimo apartar tu recuerdo de mi mente. A veces se me caen lágrimas como puños, ya lo sabes, y otras veces sonrío porque me obligo a recordar todo lo bonito que vivimos juntas.

      Mis recuerdos están llenos de canciones, de cuentos, de verbos irregulares, de cotilleos sobre mis nuevas botas, mi obsesión por los broches, tu ilusión por enseñarme tus regalos de cumpleaños, de navidad, de mails que nos cruzábamos y que te obligaba a escribir en inglés para que practicaras, de fotos que hacía a mis sobrinos para enviarte, de programas de la tele que comentábamos (ya vuelve a empezar Tu cara me suena, ¿sabes? Seguro que gana Edurne, ya verás…)

        Este último año, mi dulce niña, ha sido tan difícil… Cómo has sufrido, pequeña, cómo has sufrido… No puedo ni llegar a imaginarme lo que ha sido para tus padres, para tu familia, que se ha mantenido a tu lado luchando como un pequeño ejército hasta el final. ¿Cómo es posible que toda su esperanza y su fe no hayan sido suficientes para salvarte? Si hay alguien que mereciera vivir esa eras tú, Laura… Lo merecías tanto que en todos esos meses de operación, tratamiento, hospital, jamás pensé que llegaría el peor de los finales. Creía tanto en ti, que sacaste mi fe del remoto lugar donde se encontraba.

         Nunca había rezado tanto, te lo prometo. Y en los lugares más insospechados… Sobre todo recé por ti durante tus últimos días. Madeira siempre estará unido a tu recuerdo. Cada foto que hacía era para ti, cada pensamiento mirando al mar infinito era para ti, y el único momento de consciencia de que se avecinaba lo peor llegó allí, mirando al Atlántico. Colgué en facebook una de esas famosas autofotos mías que tanto te gustaban y todo el mundo me dijo lo bonita que estaba. Nadie se dio cuenta, querida mía, de que mis ojos estaban llenos de lágrimas y por eso brillaban tanto y para mí siempre será la foto en la que me despedía de ti.

          Me faltaron muchas cosas que vivir a tu lado. Me hubiera encantado conocer a la magnífica mujer en la que te ibas a convertir. Hubiéramos sido grandes amigas, princesa, las mejores, porque con 25 años de diferencia ya lo fuimos. Hubiéramos ido al cine, al teatro, de viaje… Tengo edad para ser tu madre y sin embargo puedo decir con orgullo que fui tu hermana, porque con una madre maravillosa tenías más que suficiente. En mi corazón siempre seré tu hermana mayor.

        No te pude haber querido más, mi niña, es imposible. Conocerte ha sido una de las cosas más hermosas que me ha pasado en la vida. Sacabas lo mejor de mí, incluso en este año malo y triste por tantas cosas, tú sacabas lo mejor que yo podía darte, y cada sonrisa que tú me regalabas compensaba ampliamente el esfuerzo que yo hacía por sacártela. Ojala hubiera podido darte más… Ojala hubiéramos tenido más tiempo… Pero no lo tuvimos, princesa, se nos agotó, y como consuelo nos queda que, allá donde estés, tu sufrimiento se acabó y llegó tu paz. Y estés donde estés, nunca dejarás de ser el ángel que eras, porque es lo único que tú puedes ser, un Ángel.

        Cierro los ojos y te veo, justo hace dos veranos. Acabamos nuestra última clase antes de las vacaciones y te acompañé a la piscina. Nos despedimos en la puerta con un abrazo enorme y te dije “Te voy a echar mucho de menos”. “Y yo a ti”, contestaste, y te creí, y supe que me querías tanto como yo a ti.

       Te voy a echar mucho de menos, Laura, mi niña, mi princesa. Siempre. Siempre. Siempre… Compartimos el mismo cielo, mis estrellas serán tus estrellas.


MAYA


        Para Carmen y Jose, con mi más profundo cariño. Nunca os agradeceré lo suficiente el haberme hecho sentir parte de vuestra familia, haberme dejado estar a su lado hasta el final, haber permitido que fuera su hermana… Gracias por hacer que una Monster High presida mi salón y por regalarme mis amuletos más preciados. Ya no concibo salir de casa sin su pulsera. Espero que sepáis que estoy aquí y voy a seguir estando aquí para vosotros. SOIS MARAVILLOSOS.

jueves, 22 de agosto de 2013

Sabina

         Una de las cosas, de las muchas, que se me han quedado en el tintero (nunca una expresión tuvo tanto sentido) durante este año de silencio, ha sido despedir como ella se merecía a mi Yaya del alma.

       Mi Yaya, Sabina, se marchó el 21 de agosto de 2012 tras una lenta y dolorosa agonía. En realidad el alzheimer nos la había robado muchos años antes. Esa maldita enfermedad deja muchos más afectados que el propio enfermo. Es tan cruel que si no eres capaz de conservar tus recuerdos remotos, te roba hasta la más bella imagen de tu familiar.

         Respiramos hondo, muy hondo, porque me he prometido que éste no sería un post triste.

        Mi Yaya fue una mujer preciosa. Me halaga mucho que me digan que me parezco a ella. Lo cierto es que yo sí veo ese parecido, mucho más que a cualquier otro miembro de mi familia. Dedicó su vida al cuidado de su marido y sus hijos, es más, yo diría que al cuidado de cualquier persona que la necesitara. Fue matriarca de una gran familia, plagada de hermanos, sobrinos, conocidos del pueblo... Cualquier persona encontraba en su casa un plato de comida y todo su cariño.

       Yo nací pronto, mis padres aún eran jóvenes, y mis abuelos les dieron cobijo durante tres años, hasta que pudieron fundar un hogar propio. Supongo que durante esos años se fraguó el vínculo que siempre sentí con ella. Tenía una perenne sonrisa y se maquillaba las mejillas con carmín (cómo me hacía sonreír aquello), o si no lo tenía a mano, se las pellizcaba para darles color. Su piel era de porcelana, lo fue casi, casi, hasta el final. Una auténtica lástima no haberla heredado.

        Era muy bajita pero recuerdo con emoción el día en que por fin pude caminar cogida de su brazo. "¡Ya te llego, ya te llego!!" Ya de anciana, cuando aún caminaba, y lo hacía cogida de mi brazo, me decía "Qué alta eres...". Me temo que nunca comprendió el concepto "tacones"...

       Su risa era de esas que parece que están a punto de hacer ahogar a la persona, y se reía por todo, sobre todo de sí misma cuando le corregíamos al decir las cosas. Tomaba "termalgil", "algilasa", iba a la "pistina"... Oirle pronunciar los nombre de los actores americanos era toda una comedia.

      Sabía leer, todo un lujo, siendo la mayor de 6 hermanos en los tiempos que corrían. La recuerdo sentada junto a la ventana, en la mesa camilla, humedeciéndose el dedo para pasar las hojas del periódico. Qué generación, aquella... Buscaba, como supongo que muchos, las esquelas, antes que nada, y por eso lo leía de atrás hacia adelante. He de asumir que esa es la razón por la que también yo lo leo del mismo modo. Quizá algún día yo también busque las esquelas...

        Vivía en un bajo, un hogar que ahora pertenece a mi hermana. Aquello era lo más parecido a vivir en un pueblo. En cualquier momento te encontrabas la cabeza de una vecina asomada a una ventana (y Dios sabe cuánto le molesta eso ahora a mi hermanita...) Pero, claro, a ella le encantaba pues compartía la afición con el resto del barrio.

       Cómo querían las vecinas a "la Sabina"... ¿Y cómo no iban a hacerlo?? Si es que no se podía ser más buena que ella... Me hacía huevos con chorizo frito para cenar. Diréis que eso no es señal de ser buena, pero yo la adoraba por ello, porque mi madre se negaba a hacerlo ( a mi yaya lo del colesterol le sonaba a chino)

     Cuando su mente empezó a fallar, cuando aún era feliz dentro de su pequeño mundo, nos hacía reír muchísimo... "Vive un señor aquí conmigo. No sé quién es. Duerme en la otra cama pero me respeta. Y yo le hago la comida, porque es muy amable..." Nos partíamos de risa. Pobrecito mi yayo... No pudo con aquello, la vida se lo llevó antes.

     No tuvo más que dos nietas, pero ni veinte le hubieran querido más que nosotras. Al final, antes de perder la capacidad de hablar, cuando en su memoria no quedaba apenas nada más que sus recuerdos de juventud, aún le quedaba un resquicio al fondo de su mente en que sabía que nosotras, fuéramos quién fuéramos, éramos dos y yo era la mayor.

     Durante casi dos años apenas pude visitarla. Me dolía tanto verla así, era tal el sufrimiento que me provocaba, que me escondí en una burbuja de egoísmo. Mi madre y mi tío nunca faltaron de su lado. Qué maravillosas personas son... Intentaron siempre hacerle reír, mantenerla guapa, acompañarle, aunque ella no se diera cuenta...

       Y se fue, se fue y dejó tras de sí una estela de amor inolvidable, una impronta de bondad que será difícil que se repita en nuestro entorno y nuestras circunstancias, porque Sabina siempre vivió desde la inocencia y la ingenuidad, desde la ignorancia y la necesidad, tan sólo, de lo pequeño, de lo cercano. Fue feliz, yo creo que fue muy feliz.

MAYA

       Os regalo este post a todos aquellos que habéis disfrutado tanto de vuestras abuelas como yo, y sobre todo y especialmente, a los que las habéis compartido conmigo. Aún me queda Caty, en cuya casa y corazón caben todas las personas del mundo, y no hace tanto se fue Lola, abuela genial donde las haya que mantuvo hasta el final la capacidad de hacer reír a todos los suyos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Cartas de amor

          Hace tiempo que asumí que en mi vida nada sucede por casualidad. No sé quién escribe el argumento de mi vida, pero sus rocambolescos efectos de guión son dignos de, yo no diría de una gran película, pero desde luego sí de un culebrón de esos de tarde, que ya de paso podría protagonizar Asier Etxeandía...

        En mi entorno se comenta que me pasan "cosas muy raras". Ha llegado un momento en que yo ya lo considero todo normal, o al menos, dentro de la normalidad de mis vivencias. Anoche sucedió una de esos extraños eventos que de pronto me paralizan, luego me revuelven las entrañas, para finalmente convertirse en una de tantas anécdotas. Esta vez, por qué no, voy a compartila con vosotros.

        Hace unos días, en una maravillosa reunión de amigos, por motivos que no vienen al caso, acabamos hablando de cartas de amor. Yo no he tenido la suerte de recibir muchas -a pesar de que yo las he escrito a cientos- y por eso atesoro cada una de ellas, porque aunque las personas que las escribieron ya no formen parte de mi vida, al menos en la misma medida que entonces, sí siguen teniendo su lugar en mi corazón. Hacía mucho tiempo que no lo recordaba, y no creo haberlo compartido nunca con nadie, pero yo comenté que en cierta ocasión alguien me escribió una carta de amor con fragmentos de Rayuela, la novela de Julio Cortázar. Un comentario, sin más, de un hecho, sin más.

       Anoche, como cada noche, me encontraba en la cama leyendo. Era una delicia de libro, La Delicadeza, del que estaba disfrutando tanto que me encontraba completamente absorta en él. El argumento del libro se desarrolla en los capítulos pares, mientras que los impares son, simplemente, una cita de otro autor, una reflexión, unas simples palabras. El penúltimo episodio se presentó ante mis ojos, e, inmersa en la lectura, de pronto, tuve que retroceder unas líneas para descubrir, absolutamente sorprendida, que yo conocía aquellas palabras...

          Salté como un resorte de mi cama a buscar entre mis cajas de recuerdos. No tardé más que unos minutos en encontrar lo que buscaba, y allí estaba... Ocho años después aquella letra familiar se hizo dueña de la noche.


        De pronto me convertí en un mar de lágrimas. No podría explicar por qué lloraba. Quizá me pudo la nostalgia, la emoción, me sobrepasaron las casualidades... Lo cierto es que me dio por pensar en la vida, en los amores perdidos, en las cartas de amor que ya no significan nada, en las personas que estuvieron a mi lado y a las que no les importé tanto como para quedarse...

        El otro día comentaba con un amigo que tengo la inmensa suerte de sentirme profundamente amada, y ese AMOR hace que no sienta el vacío de no tener pareja. Me costó mucho recomponer mi corazón la última vez que se rompió. Sinceramente, yo creo que no logré repararlo del todo y me quedó alguna tara que me ha convertido en una persona un tanto descreída y desengañada, no resentida, pero sí desconfiada, y me siento segura en mi falsa soledad. Falsa, porque nunca me falta un abrazo, un cariño, una palabra bonita...

        Pues os confieso, amigos, lectores, desconocidos, os confieso sin vergüenza, que anoche, durante 5 minutos, me hubiera hecho inmensamente feliz que a mi lado hubiera habido alguien enjuagando mis lágrimas... La perfección sería que hubiera sido Asier Etxeandía, heterosexual y sin pareja... Eran las 3 de la mañana y soñar es gratis, queridos...

       Pero me desperté esta mañana y ya no había lágrimas, tan sólo una más de mis historias curiosas, porque, ¿a cuántos de vosotros os han escrito una carta con fragmentos de Rayuela? ¿Cuántos se lo habéis contado a alguien hace tres días? ¿Y cuántos habéis leído un libro francés que se titula La Delicadeza? Ya veis, alguien juega al billar con mis vivencias y siempre hace carambola.

         Por cierto, también recordé al despertarme los millones de abrazos que me dieron este fin de semana y un hermoso mensaje que recibí cuando acabó, así que, tranquilos, seguiré firme en mi falsa soledad, aunque quizá, solo quizá, algún día desee de nuevo una carta de amor.

MAYA

         Para Polizón, cuyos abrazos me llenan de paz infinita.

jueves, 11 de julio de 2013

De cuentos y princesas

          De niña sólo había dos cosas que me apasionaran, leer y escribir. Como podéis comprobar, con el paso de los años, nada ha cambiado en demasía. He añadido alguna pasión más, pero las heredadas de mi infancia permanecen inalterables.

            En mi memoria pervive el recuerdo de mis dos primeros "grandes escritos". Uno fue una historia sobre marcianos en la luna (más tarde descubrí que no eran marcianos, sino selenitas, pero uno no le puede pedir tanto a una niña de 7 años). Fue un regalo para mi tío. Lo escribí muy pequeñito y lo encuaderné usando hilos de lana y una cartulina con sus protagonistas dibujados a modo de portada.

          Mi siguiente recuerdo es de un relato. Poco mayor sería yo entonces, pero ya dejaba entrever la reina del drama en la que me acabaría convirtiendo. Era la historia de un niño que tenía cáncer. "Te pareces a Martín Vigil", decía mi madre. Años más tarde leí algún libro de aquel escritor. Mi madre tenía razón...

          ¿Os puedo contar un cuento...?

        Erase una vez una pequeña princesa. Tenía apenas 9 años y era casi perfecta (no creo en la perfección. Cuando menos, uno puede tener un granito en la nariz) Era tan bonita y tan encantadora que a aquella profesora de inglés que contrataron para darle clase le suponía un auténtico placer cada uno de sus encuentros. Sus ojos verdes siempre sonreían y llevaba una hermosa melena rubia, como Rapunzel... 

         Era la mejor alumna que tenía aquella profesora. Las clases eran pura diversión para ambas. Se sentía tan orgullosa de su princesa... Sus calificaciones mejoraron casi hasta la perfección (no se puede ser perfecto. Cuando menos, uno puede equivocarse en un verbo irregular) y se sentía feliz de destacar en su clase y de que sus profesores alabaran su pronunciación y su magnífico acento. "Tendrás una profesora nativa..." "Pues no..." Y las dos, profesora y alumna, no cabían en sí de alegría.

         Lo que más deseaba en el mundo la pequeña princesa era ir a clases de equitación. Los caballos eran un sueño para ella y le rogaba a sus padres para que cedieran. Su profesora le decía que no dejara de insistir, que algún día lo conseguiría. Un tiempo después la princesa le contó que sus padres habían accedido, pero advirtiéndole que no habría dinero para una segunda actividad extra escolar. Tenía que elegir entre los caballos y el inglés... "Y yo quiero que tú vengas siempre...", le dijo a su profesora. Aquel momento sí fue perfecto, o así sintió la profesora que lo era...

        El calendario siguió avanzando. La princesa tenía 11 años y su profesora encontró otro trabajo. No había lógica en aquellos horarios, y concertaron sus encuentros para los sábados por la mañana. Pensaréis que aquello era un sacrificio para la profesora, pero aquellas clases eran tan gratificantes, que nunca supuso el más mínimo esfuerzo.

      La princesa seguía siendo la más brillante de su clase y mientras tanto, iba creciendo para convertirse en una adolescente etérea con aquella melena rubia y esos ojos penetrantes.

        Pero, como ya sabéis, en cualquier cuento de hadas que se precie, hay personajes malvados. El jefe del nuevo trabajo de la profesora resultó ser un ogro gruñón que le prohibió dar clases particulares, y para ello le cambió el horario, obligándole a que saliera de trabajar a las 8 de la tarde. El resto de sus alumnos buscaron otra solución, otros profesores, pero la princesa se negó. "Lo importante es que vengas", le decía, "aunque sea a las 9 de la noche..." Y así lo hacían, con gusto, ambas protagonistas de nuestro cuento.

        Y de pronto, sin aviso ninguno, más que un ligero dolor de espalda (podríais pensar que era el guisante bajo el colchón...) un rey malvado cuyo nombre empieza por una terrorífica "C" la secuestró el 21 de noviembre... Lleva 8 meses encerrada en la torre más alta de un castillo al que llaman hospital. El rey malvado la retiene y la tortura hasta la extenuación. Le ha arrancado su magnífica melena, montones de kilos y su buen humor, pero no ha podido robarle su hermosa mirada. Su profesora pelea con todas sus fuerzas para que no le quite también esa maravillosa sonrisa que ilumina como el sol, pero el Rey C, es fuerte, mucho más fuerte de lo que nadie pensó, y mientras la mantiene atada a la cama con cuerdas a las que llaman "vías", "sondas", "dispensarios"... su luz se debilita... Es tan débil que su profesora está muy asustada...

       Hasta aquí nuestro cuento, que por ahora, no tiene final... ¿Os acordáis de la niña que escribía como Martin Vigil? Si no recuerdo mal, y la buena memoria es una de mis grandes virtudes, tras un par de folios de letra redondita y apiñada, a aquel niño, ya al borde de la muerte (si es que mi madre tenía razón... Mira que era dramática la niña aquella que fui) se le aparecía un hada que le concedía un deseo y el pequeño se curaba... ¿Inventamos un final para la princesa de nuestro cuento??

       Una mañana, como cualquier otra mañana, la princesa despertó, triste, como cada día, pues seguía encadenada a aquella cama cruel que se había convertido en su peor enemigo... Y de pronto, la puerta se abrió y apareció su Príncipe salvador. No tenía aspecto de príncipe. En vez de armadura, vestía una bata blanca y en lugar de una espada, blandía un fonendoscopio. "¡Hemos vencido!", gritó emocionado, "Hemos acabado con el Rey C... Como te ha tenido tanto tiempo encerrada vas a tardar un poquito en encontrarte bien del todo, pero seguro que en unos meses podré ir a buscarte en mi caballo (recordad que era un príncipe. ¡Por supuesto que tenía caballo!!) y cabalgaremos felices hacia el horizonte.

         Y fueron felices para siempre, la princesa, su familia, el caballo y aquella profesora de inglés que durante meses hizo todo lo que pudo para que aquella princesa casi perfecta no perdiera su sonrisa...

 Ojalá, ojalá, ojalá algún día Laura pueda leer esto y sonreír conmigo, porque eso significará que aquella niña dramática que escribía cuentos para llorar, además tenía el don de la esperanza. Me niego a perderte, Laura, así que seguiremos luchando todo lo que haga falta luchar...

MAYA

sábado, 6 de julio de 2013

Micro mundos

"No sé si quedan amigos, y si existe el amor,
si puedo contar contigo para hablar de dolor
No sé si alguien me escucha cuando alzo la voz
y no sentirme sola...
Naces y vives solo..."

Como seguramente muchos de vosotros hayáis reconocido, éstas son las primeras líneas de la canción "Puede ser". Es una de mis favoritas y me acompaña en muchas de mis noches de insomnio, como la de hoy. Mientras la escuchaba y, como es habitual al hacerlo, derramaba alguna lagrimita, he pensado en algo y quizá si no lo plasmo ahora, mañana lo olvide.

En una sociedad globalizada, donde se supone no hay fronteras, en la que la comunicación virtual impera y nos hace estar conectados con cientos de personas a través de redes sociales, mensajería instantánea y aparatitos varios, en realidad creo que estamos más solos que nunca.

No sé si nos hemos autoimpuesto la individualidad o en realidad se ha convertido en un castigo, al que nos dirigía inexorablemente cierto tipo de comportamientos que hemos potenciado en los últimos años. Siendo como soy una especia de extraña ermitaña que parece no necesitar a nadie, cultivo mucho la soledad y ciertos hábitos y aficiones que se pueden desarrollar en solitario. Vivo en un micro mundo en el que, sobre todo y especialmente, dejo entrar a mis AMORES. Todos ellos - todos vosotros-  se han acostumbrado a estas dinámicas mías y no sólo las respetan, sino que vienen a complementarme, casi siempre, de una forma perfecta.

En mi micro mundo hay dos normas fundamentales, la de disfrutar plenamente de quien siento que de verdad me quiere, y por consiguiente no regalar mi tiempo y esfuerzo a quien no lo aprecia ni lo desea (ni seguramente lo merece) y la de nunca eludir la responsabilidad que supone ser un AMOR de alguien. Mis amores, lo aclaro, son esas personas a las que digo "te quiero", "te necesito", "tengo ganas de verte".

El problema de los micro mundos es que no hay dos iguales, y en cada uno rigen unas normas de comportamiento diferentes. Lo que en el mío es crucial en otro puede que no tenga ningún sentido, y de hecho, no lo tiene... A veces es tremendamente difícil aceptar las reglas de los otros en sus pequeños mundos. Giramos todos en una misma galaxia y de pronto el micro mundo que llevas delante de ti impone una regla nueva, que quizá tú no conocías, y frena, y provoca una colisión... Quizá no fue su intención, casi nunca lo es, pero tú de pronto te sientes frustrado y enfadado pensando por qué tu mundo y el suyo no llevan una misma velocidad. Tú estás convencido de que ibas a la correcta, que lo estabas haciendo todo bien, y, sin embargo lo golpeas. A veces es un toque sin importancia; otras, el accidente provoca daños en tu micro mundo o en el suyo...

Uno piensa que cuando se hace mayor va a tener un poder absoluto sobre su micro mundo y lo que le rodea. Parece que todos tuviéramos muy claras las ideas de hacia dónde nos dirigimos y con quién. No es cierto, nunca lo es. De pronto en tu galaxia pierdes de vista alguno de los planetas y quizá alguna vez lo veas girando en una órbita nueva, diferente a la tuya, paralela. Nunca más os cruzaréis. Saltas de rabia sobre ese mundo tuyo porque no lo esperabas, porque no te parece justo; saltas tanto que haces que todo se tambalee; de pronto, te detienes. Seguramente ese pequeño mundo no tenía ningún interés en seguir en su órbita, o simplemente necesitaba un cambio.

Otras veces, pequeños planetas que siempre te pasaron desapercibidos pasan a ser fundamentales en tu órbita, en tu equilibrio, y te planteas cómo pudiste alguna vez orbitar sin ellos flotando junto a ti.

También hay órbitas que se cruzan de vez en cuando con la nuestra. Hay que tener mucho cuidado, porque al no estar acostumbrados unos micro mundos a los otros, las probabilidades de colisión aumentan. Reconozco que a mí no me emocionan ese tipo de órbitas cruzadas. Ahí peco de egoísta, me gusta gravitar siempre acompañada, saber que los otros micro mundos, mis AMORES, siempre están, pero, una vez más, las reglas de los otros puede que no coincidan con mis deseos y a veces no tengo más remedio que conformarme con esos cruces ocasionales.

Finalmente están aquellos que un día dejaron un hueco que ahora vuelven a ocupar. Resulta extraño, pero de alguna manera parece que nunca lo perdieron y rápidamente vuelves a encontrarte girando junto a ellos.

Desde hace muchos años pienso que la única persona que sé a ciencia cierta que va a estar conmigo hasta el final de mi camino soy yo misma, y por eso pretendo que reine siempre el orden en mi micro mundo (no lo consigo casi nunca, aunque sí respeto mis normas fundamentales) Bien es cierto es que, a pesar de ello, intento no colisionar con ningún otro y pongo todo mi amor y mi voluntad en que los micro mundos que gravitan junto a mí sean felices si está en mi mano. A veces siento un exceso de responsabilidad; otras, son ellos los que tienen que anclarme para que no pierda mi camino. Aunque me cueste entender vuestros micro mundos, mi galaxia sólo tiene sentido con todos girando.

Mi respuesta a todas las preguntas que plantea la canción al principio de micos son definitivamente sí

"Puede ser que la vida te guíe hasta el sol
 puede ser que el mal domine tus horas
 o que toda tu risa le gane ese pulso al dolor
 puede ser que lo malo sea hoy..."

Son casi las 3 de la mañana y el despertador sonará a las 8. Estoy escribiendo con el teléfono. En mi micro mundo hay otra regla que dice que hay que escribir cuando llega la inspiración. Os quiero. Tengo sueño.

MAYA

jueves, 4 de abril de 2013

Amigos invisibles

      Hay una musa sentada junto a mí. Me mira con expresión suplicante "Hazme caso", dice. "Escribe un ratito", insiste. Me sorprende verla tanto por aquí últimamente. Le ha crecido mucho el pelo, me cuesta reconocerla, y le brillan los ojos mucho más que de costumbre.

      Me parece que tiene envidia... Sí, sí, envidia. Se han cruzado en su camino varias de sus compañeras últimamente y le tienen muy sorprendida los logros de sus protegidos. No se da cuenta de que, en todo caso, la inspiración es sólo un grado y que los inspirados son los que acaban marcando la diferencia. Mi pequeña musa tuvo que sentirse aún más pequeña ante lo que tuvimos el placer de presenciar el otro día.

      Hay personas que son arte en sí mismas. Asier Etxeandía es, sin duda alguna, una de ellas. Llenar un escenario por sí mismo, lograr conmover cantando desde Chavela Vargas a Rolling Stones, pasando por Madonna o Camilo Sexto, emocionar desde ese monólogo en el que cuenta su infancia, salpicado de risas y lágrimas, no creo que esté al alcance de muchos.

      Mi musa estuvo dándome codazos durante todo el concierto, tan consciente como yo de que había algo que El Intérprete y yo compartíamos, algo que seguro es común a tantas personas como espíritus medianamente artísticos hay en el mundo. Asier situó su historia en 1984 cuando, a sus 9 años, ya soñaba con ser cantante y tenía como público a su grupo de amigos invisibles. Casi 30 años después, nosotros, su público de aquella noche y de las cientos de éxito que le esperan, nos convertimos en sus amigos invisibles.

      Llevo toda la vida escribiendo para lectores invisibles. Ni siquiera recuerdo cuándo empecé a escribir. Supongo que en el mismo momento en que me atrapó la Lectura, la Escritura lanzó un dardo envenenado de deseo y necesidad por las Letras, y caí en sus redes para siempre. Escribía cuentos, diarios, poemas... La mayor parte de las veces todas mis páginas acababan en la basura. Otras, muy pocas, apenas ninguna, aquello acababa en manos de algún familiar, pero nunca me sentí cómoda dejando que otros leyeran en mí, porque de alguna manera cada palabra que escribía era una puerta abierta al interior. Lo cierto es que yo nunca supe escribir ficción... Cada línea que he escrito a lo largo de todos estos años era un camino directo a mi corazón, y no era nada fácil ser una niña tan extraña.

      Fui una adulta en el cuerpo de una niña; más tarde fui una adulta en el cuerpo de una adolescente; afortunadamente el tiempo acabó haciéndome encajar conmigo misma y empezó a ser más sencillo abrirme al mundo. Comencé a escribir cartas de forma incesante, y mis amigos invisibles, a veces, tomaban el cuerpo de alguien cercano para recibirlas. Escribí cartas de amor, cientos. Las primeras acabaron hechas trizas por mí misma consumida por la rabia de un amor no correspondido, otras en algún cajón, presas de la vergüenza, las demás, la mayoría, acabaron en manos de quienes tenían que leerlas. He de reconocer que sería maravilloso recuperarlas...

      Las cartas se convirtieron en mails. Mis amigos invisibles fueron teniendo cara y nombre. Me leíais uno a uno, pero me leíais. Mis amigos invisibles ya eran lectores individuales. Si lleváis unos cuantos años conmigo, seguramente tengáis más de uno en vuestro recuerdo. Si he tenido algo importante que deciros, seguramente lo habréis leído, y no escuchado. Si me habéis querido, si os he querido, seguramente lo hayáis leído más veces de las que lo haya verbalizado.

       Y hace tres años los mails se convirtieron en este blog, y ahora sí, mis queridos amigos invisibles, esos que estáis leyéndome con más o menos atención, tenéis todos cara y nombre, aunque para mí, muchos de vosotros seguís y seguiréis siendo invisibles... ¿Y sabéis qué? No sólo no me importa sino que me parece algo hermosísimo. Jamás creí vivir algo parecido a la emoción de estas dos últimas semanas. Casi 300 personas leyeron el último post... Personas que no me conocen disfrutaron de él. Amigos invisibles me dedicaron su tiempo y su cariño.

       Ya no pido mucho más. Quizá esos días han sido esos 15 minutos de gloria que se supone todos vivimos en la vida. Si es así, los míos han sido inolvidables. Me conformaría con que alguno de esos lectores circunstanciales salidos de la vorágine de Venidos a Menos hubiera decidido volver a pasarse por aquí. Amor es un teatro lleno, decía El Intérprete. Amor es lo que yo siento por vosotros, amigos visibles e invisibles, cuando sé que os hago disfrutar unos minutos con mi musa. No os vayáis.

Maya

      PD- No contesté a los comentarios del post anterior. Disculpadme. Durante días sólo pude pensar "GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS..."

miércoles, 20 de marzo de 2013

Venidos a menos

      No es fácil ser feliz en estos tiempos que corren. La vida se nos ha rebelado y nos zancadillea constantemente. Cuando miro a mi alrededor me doy cuenta de que en el entorno, más o menos cercano, apenas hay personas a las que les vaya bien. Me refiero a francamente bien. La mayor parte de nosotros llevamos la cabeza un poco gacha y  decenas de heridas de guerra, de las batallas laborales, del amor, de las enfermedades, de la familia. Eso no significa que nos vaya terroríficamente mal, pero hay días en los que cojeamos, nos caemos, nos cuesta mucho levantarnos y en los que se nos hace duro no poder decirle a alguien "Oye, qué bien estoy..."

      Y ya que el día a día es muchas veces una tarea agotadora y frustrante, no nos queda otro remedio que buscar pequeñas recetas de felicidad. Nos enganchamos un ratito al whatsapp, le fisgamos el facebook a nuestros mejores amigos - a veces, incluso, reconozcámoslo, a nuestros más acérrimos enemigos -, vemos esa serie de televisión que nos gusta, leemos ese libro que nos emociona, salimos de tapas, de cañas, de paseo (depende de lo que nos permite la economía), de copas, de cena, de vacaciones, al cine (seguimos dependiendo de la economía) y un día, gracias a una amiga que conoce mi predilección por Pablo Puyol, acabamos en la página de Verkami y colaborando en un proyecto de crowfunding. Y con una pequeña inversión económica, conseguí, inesperadamente, un momento de gran felicidad.

      El domingo pasado asistimos al estreno de Venidos a Menos. Desde enero, momento en el que decidimos participar, hemos formado parte de una pequeña gran familia de mecenas a los que se nos iba informando de los avances del proyecto, del momento en el que se consiguió el objetivo, lo que se iba formalizando con "nuestro dinero"... Un mes después, nos confirmaron la fecha del estreno. Todo muy personalizado y haciendo, de verdad, sentir nuestro peso, aunque fuera pequeño, dentro de esta historia. Continuamos el seguimiento por facebook, por twitter, y por fin llegó el tan esperado momento.

      He de confesaros que el desembolso que realicé estuvo muy lejos de ser justo. Esos 35 míseros euros se convirtieron en dos meses de emocionada espera y un par de horas de emoción descontrolada. Claramente, mi inversión se multiplicó por mil, porque el valor que tuvo esa tarde para mí fue, al menos,  equivalente a un "Oye, qué bien estoy..."

      La risa vale su peso en oro. Cada carcajada compensó muchas de las lágrimas de rabia y tristeza derramadas estos últimos meses. Cada canción, muchas de las largas noches de insomnio. Me sentí privilegiada por formar parte de aquello y un poquito más importante que en mi día a día por haber contribuido a hacer realidad ese sueño de dos fabulosos artistas. Me sentí feliz, FELIZ. Durante un par de horas se me olvidó el mundo y la vida. Sólo existía la música y la risa, una risa casi culpable, por la irreverencia de ciertos aspectos del espectáculo, pero una risa plena, de esas que te hacen desear dejar de reír porque te duele... No reía tanto y tan bien desde el último espectáculo de mis adorados Les Luthiers, a los que, curiosamente, también se nombró esa tarde.

      Y lo mejor de lo mejor es que la sensación de bienestar aún continúa. Tarareo las canciones y sonrío recordando los gestos, los movimientos que las acompañaban. Leo cada crítica, todas fantásticas, y me enorgullece haber estado ahí y saber que por muchas actuaciones que haya, y espero que haya millones, no habrá ninguna igual... Soy consciente de que este estado no durará mucho más, pero quiero pensar que cada vez que escuche el CD nacerá en mí la sonrisa del recuerdo.

      Dice la canción con la que abren el espectáculo " Vivo del arte, vivo de la luna y la pasión, esas son mi inspiración..." En cierto sentido yo también vivo del arte, y no me refiero a estas letritas que os dejo aquí de vez en cuando, sino porque el arte me da vida. La música, el cine, los libros... Pero sobre todo, los directos, y mucho más que cualquier cosa, los espectáculos musicales. La música me da paz en la tormenta, risa en la tristeza, llanto en el desconsuelo. La música es vida, el arte es vida y Venidos a menos fue un rato de vida GENIAL. Si tenéis la suerte de cruzaros en el camino de su gira, recordad que me hizo reír, y no me odiéis si os escandalizáis, porque, al fin y al cabo, la vida es tremendamente escandalosa.

MAYA





lunes, 4 de marzo de 2013

Lápiz robado

          Abro lentamente los ojos. Está nublado, pero es de día... Me cuesta distinguir entre el día y la noche. ¿Cuánto tiempo llevaré dormida? Miro la fecha de mi último post. Más de un año... Lo que empezó siendo un letargo invernal se ha convertido en un estado comatoso con algún breve momento de lucidez.

       Este cuerpo en el que vivo se ha convertido en un hogar un tanto hostil para mí. Sé que ella no lo pretende, pero los condicionantes de su vida me tienen encerrada. Tengo la sensación de que también se tiene encerrada a sí misma. Al contrario que yo, Rebeca no duerme apenas, los nervios le atenazan constantemente y vive en un estado de perpetua ansiedad e insatisfacción. No está acostumbrada a que le chillen y ahora sobrevive a duras penas en un chillido constante, que le priva de la paz que todos merecemos.

       A veces, cuando alguien le pregunta "Qué tal todo" noto cómo se le revuelven las entrañas y acaba diciendo "Tirando", aunque yo sé que lo que de verdad le gustaría sería dejarse caer sobre el suelo y patalear, y llorar, y maldecir, y rendirse.

       Afortunadamente, no se rinde. No estoy segura de cuánto tiempo más su espíritu continuará siendo más fuerte que su desesperanza y su desgana, pero, al menos de momento, aguanta como puede. No deja de sorprenderme que consiga levantarse algunas mañanas, encadenando tantas noches en blanco, pero se levanta, muchas veces con la marca del insomnio tan visible que se le critica por ello, pero se levanta.

       Tiene la suerte de sentirse muy arropada. Se siente un tanto desagradecida, pero no quiere que vosotros penséis que lo es. En realidad, agradece cada gesto de cariño, cada intento de sacarle de su burbuja, pero sobre todo y especialmente, valora el RESPETO con el que sobrelleváis sus ausencias, sus silencios, sus tristezas.

       Por mi parte, llevo meses intentando ayudarle, pero ante el temor de que lo que escribiera fuera demasiado gris, me quitó el lápiz. Se ha despistado hace un rato y he cogido uno que siempre tiene guardado muy cerca de su corazón. Está tan centrada en esta vida tan gris que lleva que no se da cuenta de que su corazón nunca deja de escribir. Yo estoy aquí dentro, vivo al lado, justo a su derecha y lo escucho muchas veces. Desde que me quitó el lápiz no puedo contaros lo que dice, pero sigue hablando en voz alta la mayor parte del tiempo. Yo escucho, en silencio, escucho... 

       No os mentiré, a veces lloro con él. No puedo evitarlo. Ella no llora, hace tiempo decidió no hacerlo, pero yo soy una sentimental. Pero tampoco puedo negar que otras veces me hace reír hasta que me doblo del dolor. Le pasan cosas tan extrañas... Os podría contar grandes aventuras de este año en silencio. Incluso hizo realidad uno de los sueños de su vida. Los recuerdos felices han quedado un poquito miniminazados ante tanta sensación de ahogo, pero existen y perdurarán.

       ¿Me guardáis un secreto? Voy a esconder el lápiz. Seguramente ni se dé cuenta. Quizá sí se la dé, pero no le importe demasiado si lo utilizo. Quizá incluso acabe siendo ella quién me anime a salir. Incluso puede que acabe regalándome una pluma...

       Gracias por esperarme. Os he echado mucho de menos. Espero que no me hayáis olvidado  No ha sido más que un año, y, ¿qué es un año en toda una vida? Y menos ahora que tengo un lápiz...

MAYA