Llevo meses intentando darle una nueva forma a mi vida, y no
sé muy bien cómo hacerlo. Siento como si fuera un blandiblú, que por mucho que
yo me empeñe, se me sigue escurriendo entre los dedos.
Yo no diría que es un mal momento, aunque reconozco que en mi
línea vital ya se mezclan tanto los buenos y los malos, que no sabe una cómo distinguirlos.
Pero no, no es un momento terrible; hay días terribles, pero también sigo encontrando
grandes momentos de felicidad, como me prometí que haría a principios de año. Esos
planes extraños, ese trajín de teatro en teatro, esas desapariciones buscadas…,
son lo que me mantienen cuerda.
Y si me voy manteniendo cuerda en esta cuerda floja que
resulta nuestra frágil existencia, ¿qué quiero cambiar? Porque de lo que sí
estoy segura es de que es época de cambios. Los noto, sobre todo en mi interior.
Mi forma de entender ciertas cosas es diferente; no sabría asegurar si peor o
mejor, pero diferente.
De pronto, hay una cierta intransigencia que me domina y no
soy capaz de controlar. Siempre he sido consciente de que, en cierto
modo,me han “utilizado” muchas personas. No me ha importado demasiado, porque, a pesar de
que dolía, tenía demasiado poco peso como para hacer que influyera en mi comportamiento
posterior con otras personas diferentes, así que, he seguido dando pie a que esta situación
continuara.
En primavera mi vaso de paciencia estuvo a punto de
derramarse y en verano ya estalló por completo y el agua de mi rabia corrió por
todos los ramales de mi vida. Borré números de teléfono, bloqueé a personas en
las redes sociales, enfermé durante semanas encadenando múltiples y absurdas
dolencias, me absorbieron las inseguridades y me consumió la sensación de que
me equivoco, y no sé en qué…
Me he comprado un vaso nuevo, pero es más pequeño que el
anterior. Me debato entre la generosidad y el egoísmo y a veces siento que no
tengo término medio. No sé lo que estoy perdiendo o ganando, pero no puedo
evitar comportarme así. A ratos, adoro mi mundo, mi gente, mi vida; al día siguiente
me marcharía a la Conchinchina para empezar de cero, me compraría una vajilla
nueva, la llenaría de esperanza e ilusión y me olvidaría de todo lo anterior.
No sé qué me ocurre. Supongo que hay momentos de saturación
vital inevitables. Estoy en el punto extremo de mi personalidad géminis, capaz
de lo mejor y de lo peor. No pido ayuda, pero tampoco puedo pedir perdón.
Paciencia, quizá, paciencia es lo que sí puedo pedir…
Necesito unas vacaciones de mí misma, de mis circunstancias,
de mi forma de vivir… ¿Alguien conoce el modo de hacerlo? Me temo que no lo hay…
Así que me tengo que pedir paciencia también a mí misma, y, mientras tanto,
agarrarme a mi cinturón de seguridad, vosotros, mi gente, cuyos números no borré…
Mi ogro es menos ogro, tengo un colchón nuevo maravilloso, a
Asier Etxeandía y Venidos a menos en unas fotos preciosas, mi cine, mis kebabs,
mi tarjeta de crédito (a la que tengo que dejar respirar un poco), mis series,
mi sofá, mis vosotros… Tengo mucho. Quizá tan sólo necesite redecorarme,
reorganizar prioridades y sentimientos. Seguiré trabajando en ello y buscando
una isla interior donde darme esas merecidas vacaciones.
MAYA
PD- Os prometo que el próximo post será más poético y menos prosaico... A veces, una necesita enrabietarse!!
PD- Os prometo que el próximo post será más poético y menos prosaico... A veces, una necesita enrabietarse!!