No es fácil ser feliz en estos tiempos que corren. La vida se nos ha rebelado y nos zancadillea constantemente. Cuando miro a mi alrededor me doy cuenta de que en el entorno, más o menos cercano, apenas hay personas a las que les vaya bien. Me refiero a francamente bien. La mayor parte de nosotros llevamos la cabeza un poco gacha y decenas de heridas de guerra, de las batallas laborales, del amor, de las enfermedades, de la familia. Eso no significa que nos vaya terroríficamente mal, pero hay días en los que cojeamos, nos caemos, nos cuesta mucho levantarnos y en los que se nos hace duro no poder decirle a alguien "Oye, qué bien estoy..."
Y ya que el día a día es muchas veces una tarea agotadora y frustrante, no nos queda otro remedio que buscar pequeñas recetas de felicidad. Nos enganchamos un ratito al whatsapp, le fisgamos el facebook a nuestros mejores amigos - a veces, incluso, reconozcámoslo, a nuestros más acérrimos enemigos -, vemos esa serie de televisión que nos gusta, leemos ese libro que nos emociona, salimos de tapas, de cañas, de paseo (depende de lo que nos permite la economía), de copas, de cena, de vacaciones, al cine (seguimos dependiendo de la economía) y un día, gracias a una amiga que conoce mi predilección por Pablo Puyol, acabamos en la página de Verkami y colaborando en un proyecto de crowfunding. Y con una pequeña inversión económica, conseguí, inesperadamente, un momento de gran felicidad.
El domingo pasado asistimos al estreno de Venidos a Menos. Desde enero, momento en el que decidimos participar, hemos formado parte de una pequeña gran familia de mecenas a los que se nos iba informando de los avances del proyecto, del momento en el que se consiguió el objetivo, lo que se iba formalizando con "nuestro dinero"... Un mes después, nos confirmaron la fecha del estreno. Todo muy personalizado y haciendo, de verdad, sentir nuestro peso, aunque fuera pequeño, dentro de esta historia. Continuamos el seguimiento por facebook, por twitter, y por fin llegó el tan esperado momento.
He de confesaros que el desembolso que realicé estuvo muy lejos de ser justo. Esos 35 míseros euros se convirtieron en dos meses de emocionada espera y un par de horas de emoción descontrolada. Claramente, mi inversión se multiplicó por mil, porque el valor que tuvo esa tarde para mí fue, al menos, equivalente a un "Oye, qué bien estoy..."
La risa vale su peso en oro. Cada carcajada compensó muchas de las lágrimas de rabia y tristeza derramadas estos últimos meses. Cada canción, muchas de las largas noches de insomnio. Me sentí privilegiada por formar parte de aquello y un poquito más importante que en mi día a día por haber contribuido a hacer realidad ese sueño de dos fabulosos artistas. Me sentí feliz, FELIZ. Durante un par de horas se me olvidó el mundo y la vida. Sólo existía la música y la risa, una risa casi culpable, por la irreverencia de ciertos aspectos del espectáculo, pero una risa plena, de esas que te hacen desear dejar de reír porque te duele... No reía tanto y tan bien desde el último espectáculo de mis adorados Les Luthiers, a los que, curiosamente, también se nombró esa tarde.
Y lo mejor de lo mejor es que la sensación de bienestar aún continúa. Tarareo las canciones y sonrío recordando los gestos, los movimientos que las acompañaban. Leo cada crítica, todas fantásticas, y me enorgullece haber estado ahí y saber que por muchas actuaciones que haya, y espero que haya millones, no habrá ninguna igual... Soy consciente de que este estado no durará mucho más, pero quiero pensar que cada vez que escuche el CD nacerá en mí la sonrisa del recuerdo.
Dice la canción con la que abren el espectáculo " Vivo del arte, vivo de la luna y la pasión, esas son mi inspiración..." En cierto sentido yo también vivo del arte, y no me refiero a estas letritas que os dejo aquí de vez en cuando, sino porque el arte me da vida. La música, el cine, los libros... Pero sobre todo, los directos, y mucho más que cualquier cosa, los espectáculos musicales. La música me da paz en la tormenta, risa en la tristeza, llanto en el desconsuelo. La música es vida, el arte es vida y Venidos a menos fue un rato de vida GENIAL. Si tenéis la suerte de cruzaros en el camino de su gira, recordad que me hizo reír, y no me odiéis si os escandalizáis, porque, al fin y al cabo, la vida es tremendamente escandalosa.
MAYA