Si hay algo en el mundo que me enfurece y me saca de mis casillas es la hipocresía. Muchas personas la esconden tras una capa de falsa amabilidad, pero es tan, tan fina, que ni siquiera hay que ser demasiado hábil para ver tras ella.
No soporto esas sonrisas, detrás de las cuales tan sólo encuentras ojos fisgones, que valoran tu aspecto, tu vestuario, que te preguntan "¿Qué tal?", como si de verdad les importara, que se interesan por tu familia, y por conocidos comunes y que al marcharse se despiden con un "A ver si quedamos", cuando ambas partes saben que eso nunca sucederá. Es aún peor cuando de pronto te conviertes en receptor de mensajes o correos electrónicos que parecen sacados de un mal libro de autoayuda. "Lo importarse es amarse a uno mismo", "Si me necesitas, yo siempre estaré ahí", "Ante todo, tienes que ser tú mismo". Cuando estás pasando un mal momento emocional todo el mundo se convierte en psicoanalista, y se siente con derecho a ofrecerte los más emotivos consejos.
Vivimos en sociedad, y eso nos obliga a mantener unas ciertas normas de convivencia con nuestro entorno, pero en mi opinión no es educado quién me obliga a mantener una conversación que no quiero mantener. Un cruce de miradas, un gesto con la cabeza, un "hola", con media sonrisa, que indique "Sí, nos conocemos, no nos gustamos y no importa", sería suficiente para mí.
Me incomoda especialmente cuando con esas personas se ha mantenido una relación cercana, íntima, en algunos casos, y entonces resultan aún más ridículos ciertos encuentros. Es muy difícil acostumbrarse y normalizar relaciones que, por ciertos motivos, han evolucionado, y han pasado del todo a la nada. ¿Cómo dejar en el olvido a alguien con quién has compartido vivencias y secretos, que ha sido parte de ti? ¿Cómo conformarte con esa sonrisa falsa, cuando era parte de tus risas? Va pasando el tiempo, y el rencor va dejando paso a la indiferencia, y finalmente, cuando has superado todas las etapas necesarias, llega la nostalgia, y eres capaz de pensar en esas personas con cariño, y atesoras los recuerdos en común, hasta el punto que todo lo demás no importa, y aunque vuestros caminos se separaran, sientes que mereció la pena ese tiempo compartido. El camino hasta llegar a ese momento de revelación es duro y no siempre se llega con éxito. Tan sólo si se vive de una forma digna y se deja de lado la hipocresía es posible.
No resulta sencillo decirle a alguien "No te quiero en mi vida", cuando esas personas te han importado. Sin embargo, tras el trauma de cómo hacerlo, tras la violencia del momento, los nervios y el malestar, lo que queda es la tranquilidad de haber sido fiel a uno mismo y una puerta abierta a un posible reencuentro.
Durante años acumulé en mi vida personas que robaban mi tiempo y energía, sin aportarme demasiado a cambio. Mi necesidad por gustarle a todo el mundo era más fuerte que yo. Aún hay muchas veces en que pierdo la batalla ante esa necesidad, pero tarde o temprano, acabo recuperando la cordura. Los periodos de crisis siempre conllevan una prueba de fuego para la gente que nos rodea. A pesar de ello, el balance siempre acaba siendo positivo, y la hipocresía queda relegada por la honestidad y el cariño sincero que cada uno despertamos en ciertas personas. En ese momento, sólo es necesario respirar hondo, intentar pasar página y esperar a que dejen de llegar mensajes que te desestabilizan tanto, que acabas escribiendo un post para desahogarte...
No soporto esas sonrisas, detrás de las cuales tan sólo encuentras ojos fisgones, que valoran tu aspecto, tu vestuario, que te preguntan "¿Qué tal?", como si de verdad les importara, que se interesan por tu familia, y por conocidos comunes y que al marcharse se despiden con un "A ver si quedamos", cuando ambas partes saben que eso nunca sucederá. Es aún peor cuando de pronto te conviertes en receptor de mensajes o correos electrónicos que parecen sacados de un mal libro de autoayuda. "Lo importarse es amarse a uno mismo", "Si me necesitas, yo siempre estaré ahí", "Ante todo, tienes que ser tú mismo". Cuando estás pasando un mal momento emocional todo el mundo se convierte en psicoanalista, y se siente con derecho a ofrecerte los más emotivos consejos.
Vivimos en sociedad, y eso nos obliga a mantener unas ciertas normas de convivencia con nuestro entorno, pero en mi opinión no es educado quién me obliga a mantener una conversación que no quiero mantener. Un cruce de miradas, un gesto con la cabeza, un "hola", con media sonrisa, que indique "Sí, nos conocemos, no nos gustamos y no importa", sería suficiente para mí.
Me incomoda especialmente cuando con esas personas se ha mantenido una relación cercana, íntima, en algunos casos, y entonces resultan aún más ridículos ciertos encuentros. Es muy difícil acostumbrarse y normalizar relaciones que, por ciertos motivos, han evolucionado, y han pasado del todo a la nada. ¿Cómo dejar en el olvido a alguien con quién has compartido vivencias y secretos, que ha sido parte de ti? ¿Cómo conformarte con esa sonrisa falsa, cuando era parte de tus risas? Va pasando el tiempo, y el rencor va dejando paso a la indiferencia, y finalmente, cuando has superado todas las etapas necesarias, llega la nostalgia, y eres capaz de pensar en esas personas con cariño, y atesoras los recuerdos en común, hasta el punto que todo lo demás no importa, y aunque vuestros caminos se separaran, sientes que mereció la pena ese tiempo compartido. El camino hasta llegar a ese momento de revelación es duro y no siempre se llega con éxito. Tan sólo si se vive de una forma digna y se deja de lado la hipocresía es posible.
No resulta sencillo decirle a alguien "No te quiero en mi vida", cuando esas personas te han importado. Sin embargo, tras el trauma de cómo hacerlo, tras la violencia del momento, los nervios y el malestar, lo que queda es la tranquilidad de haber sido fiel a uno mismo y una puerta abierta a un posible reencuentro.
Durante años acumulé en mi vida personas que robaban mi tiempo y energía, sin aportarme demasiado a cambio. Mi necesidad por gustarle a todo el mundo era más fuerte que yo. Aún hay muchas veces en que pierdo la batalla ante esa necesidad, pero tarde o temprano, acabo recuperando la cordura. Los periodos de crisis siempre conllevan una prueba de fuego para la gente que nos rodea. A pesar de ello, el balance siempre acaba siendo positivo, y la hipocresía queda relegada por la honestidad y el cariño sincero que cada uno despertamos en ciertas personas. En ese momento, sólo es necesario respirar hondo, intentar pasar página y esperar a que dejen de llegar mensajes que te desestabilizan tanto, que acabas escribiendo un post para desahogarte...
MAYA.